A los cien años, sobre todo en Rusia, parece que ha habido la consigna de que pasara desapercibido su aniversario. No ha habido mayor conmemoración oficial, ni grandes reportajes sobre el hecho histórico. En el ámbito internacional, algunos medios masivos han presentado programas al respecto. Otros no lo han hecho o han insertado solo pequeñas menciones.
Pero, pese a las omisiones y ocultamientos, la Revolución Rusa de 1917 es un hito fundamental, no solo para ese país, sino para la humanidad toda. Demostró el poder del pueblo movilizado, instauró el primer sistema socialista del mundo, amplió la democracia e hizo crecer un país, la URSS, que enfrentó al nazismo y logró vencerlo, para convertirse en un polo internacional con incidencias en todo el siglo XX y más allá.
En efecto, nunca antes un proceso de movilización popular había logrado triunfar y mantenerse. Los del pasado habían sido rápidamente derrotados. El socialismo ya había gravitado en la historia de Europa desde inicios del siglo XIX, pero solo el triunfo revolucionario ruso, liderado por Vladimir Lenin, creó un estado socialista, aunque en un país donde no se esperaba que eso sucediera.
Suele decirse que con el triunfo de los revolucionarios rusos desapareció la democracia y se implantó la dictadura. Pero esa visión es incorrecta, porque en 1917 cayó en Rusia el autocrático y represivo régimen zarista y se consolidó una forma de organización democrática del pueblo, los “soviets” o comités de ciudadanos, por primera vez en el mundo.
No hay que olvidar que el régimen soviético hizo avanzar aceleradamente al país en la ruta de la modernización e industrialización, a tal punto que fue capaz de enfrentar al nazismo y, coordinadamente con los aliados, derrotarlo. Y eso fue, sin duda, un triunfo de la humanidad, como lo fue la descolonización, en la que el apoyo soviético a los movimientos nacionales de liberación fue crucial.
He destacado los aspectos positivos de la revolución de 1917 porque es necesario que se conozcan, pero eso no implica que una historia seria no deba mencionar sus límites. Primero, los del proceso mismo revolucionario y sobre todo las regresiones, hechos antidemocráticos y crímenes que vinieron luego, bajo el estalinismo.
Tampoco se debe olvidar, porque sucedió hace menos de tres décadas, que la Unión Soviética y su anquilosado modelo socio político cayeron bajo el peso del burocratismo y la falta de democracia, dejando una herencia de apertura al capitalismo salvaje y al predominio de mafias, en las que descollaron no pocos ex dirigentes comunistas.
La Revolución Rusa es el pasado. No volverá. Pero debemos conocer con espíritu equilibrado y crítico, sus avances y límites, así como el pensamiento y aportes de dirigentes como Lenin para enfrentar el futuro.