Antes de lo que muchos pensaban, la hora de la verdad está llegando. Al cabo de una década en que el conocimiento de la verdad y la crítica estaban represados, los hechos se precipitan día por día, a veces hora por hora, y los responsables de malos manejos de los recursos públicos podrán ser debidamente investigados y juzgados.
Pero esta realidad no vendrá por si sola. Solamente una voluntad nacional indeclinable permitirá no solo descubrir tal o cual caso escandaloso de corrupción, sino desmantelar un sistema corrupto que no va a desaparecer sin defenderse, como lo está haciendo.
El hecho es que el correísmo, conforme se consolidó en el mando y estableció un monopolio del poder, desmanteló el control, la crítica y la vigilancia ciudadana, se volvió ventrílocuo e incensurable. Y el despotismo es padre y madre de la impunidad. Por ello, en diez años no hubo un juicio político a un ministro que pudiera llamarse tal, que la protesta social es declarada “terrorista”, que quien denuncia un acto irregular y pide investigación es perseguido, como la Comisión Anticorrupción designada por la ciudadanía.
Todo el mundo ha saludado el cambio de estilo y la apertura, la declaratoria de cero tolerancia a la corrupción, del presidente de la República, que parece que va en serio. Pero eso tiene que concretarse en hechos. ¿Se podrá erradicar los vicios del correísmo, rodeado de correístas?
Si el fiscal general quiere ganarse la confianza pública, no debe mantener en reserva informaciones , como la de Odebrecht, hasta que ya no puede más y los medios de dentro y fuera del país lo divulgan. Debe investigar en serio. Debe pedir la autorización a la Asamblea Nacional para el enjuiciamiento penal de Glas. Su mandante no está en Bélgica, sino aquí en el país. Es el pueblo ecuatoriano que quiere que se investigue a fondo y se sancione a los responsables.
Si en realidad están luchando contra la corrupción, los asambleístas de Alianza País deben dejar la práctica del bloqueo sistemático de la fiscalización y dar la autorización para el enjuiciamiento y dar paso al juicio político de Glas. De lo contrario seguirán siendo responsables, más allá de sus declaraciones, de que la verdad no se conozca. Deben recordar a el encubrimiento también es corrupción.
Hay que tenerlo claro. No es solo cuestión de descubrir tal o cual irregularidad y sancionarla. Hay que desmantelar, con democracia y apertura, todo el aparato de control e impunidad que permite la corrupción. Y en ese camino el acto realizado en Guayaquil por la Comisión Nacional Anticorrupción fue un gran paso. Con un enorme apoyo de la ciudadanía, se formó el núcleo provincial de la Comisión y se renovó el compromiso de continuar en la desigual lucha porque prevalezca la ética pública frente a la corrupción institucionalizada.