El país está inmerso en una gran crisis. El Gobierno debería al menos reconocerlo, como un primer paso para tomar correctivos urgentes. En el plano internacional, tres factores golpean la economía ecuatoriana. La situación económica de China, la apreciación del dólar y la caída de los precios del petróleo y de otros productos que exporta el Ecuador. Todo ello pone a la economía ecuatoriana, que de por sí afronta problemas fiscales serios, en una situación muy delicada. Y la política del Gobierno no ha hecho más que aumentar nuestra vulnerabilidad externa y agravar los problemas internos.
En estos años se ha hablado tanto de soberanía y de cambio de matriz productiva, que resulta paradójico que nuestro país hoy sea menos soberano que nunca y que, no obstante una década de abundancia, nuestro modelo económico no haya superado los mismos cuellos de botella de antaño. Si el Gobierno al menos no resuelve el problema fiscal y si no toma medidas drásticas de ajuste, la economía ecuatoriana podría colapsar.
En el plano político, si bien el régimen aún tiene un colchón de aceptación, no es menos cierto que la confianza en el mismo ha descendido de manera importante en los últimos meses y que está en marcha un proceso de movilización y protesta que ha crecido en el último año. A ello se suma, un ambiente cada vez más polarizado, debido a las últimas decisiones del régimen, pero sobre todo por el calendario de aprobación de las enmiendas constitucionales, las mismas que, para finales de este año, colocarán al Gobierno prácticamente en contra de todo el país. Y nos resta mencionar a la naturaleza. Al Cotopaxi, cuyo proceso eruptivo podría tornarse catastrófico, y a El Niño, uno de los más agudos de las últimas décadas, que se cierne sobre el litoral ecuatoriano. En suma, el país afronta una crisis que no es de coyuntura, sino que topa todos los elementos del sistema económico, político y social. Es una crisis sistémica, estructural.
Pero hay un elemento fundamental que corrobora el carácter sistémico de la crisis ecuatoriana que, a su vez, es la debilidad mayor que afronta nuestro país. Me refiero a la incapacidad de la élite gobernante y, en especial, del presidente Correa para comprenderla, procesarla y encontrar los caminos adecuados para enfrentar los gigantescos desafíos que tenemos por delante.
La crisis ecuatoriana incorpora un dramático déficit de gestión que está dado por el hecho de que el actual Gobierno ha administrado el país, lo ha intentado refundar, lo ha pretendido transformar, por medio de una metodología plebiscitaria, vertical, autoritaria, solo válida para momentos de abundancia de recursos y gran legitimidad política. Hoy por hoy, los dos aspectos están ausentes y el Gobierno no se puede salir de ese esquema; le resulta imposible reconocer que la única salida posible la encontrará cambiando de modelo y dejando de lado la confrontación y polarización política. Hemos llegado a un momento, y el Gobierno no parece haberse dado cuenta, en que solo a través del diálogo y la concertación será posible capear el temporal venidero.
@cmontufarm