Recuerdo una tarde soleada en Salcedo, con mi amiga del alma Mingón Plaza, cuando decidimos en la cuatro por cuatro aventurarnos en el páramo al ver el aviso: Parque de los Llanganates”. Sentí una especie de corriente eléctrica. Al fin iba a conocer algo de esa región misteriosa, inaccesible, llena de leyendas, tragedias, mitos, tesoros y cavernas.
Más de una hora, sin brújula ni rumbo fijo…recorriendo trochas húmedas, pajonales, divisando las Lagunas de Anteojos. Respirando el silencio majestuoso. A lo lejos un ‘patico’ negro, único ser en esa inmensidad… Caímos en cuenta que la señales de los celulares no entraban, que no sabíamos cambiar una llanta, y que si nos atascábamos nos perderíamos para siempre porque nadie sabía dónde estábamos… sin embargo esa majestad amenazante nos impulsaba a seguir dando vueltas… Regresamos ya cuando la niebla bajaba.
Recuerdo la sensación y vuelvo a vivirla al leer el libro del escritor ecuatoriano Adolfo Macías Huerta, titulado Las Niñas. Una novela que llega al lector como un premio en medio de tanta literatura barata y mediocre.
Macías Huerta logra tejer con el hilo invisible de Ariadna una red intangible de sucesos en que los personajes se van relacionando de forma casual sin saber que están caminando o continuando un sendero conjunto que los conduce hacia un mismo destino. Seres atormentados, apasionados, solitarios y tiernos, cada uno en su búsqueda interior. Cada uno, un universo aparte, formando una cadena continua sin saberlo… La vida los une, sin encontrarse jamás.
La tela de Ariadna la tejen niñas. Niñas que son el hilo conductor de las historias trágicas, dolorosas y utópicas de los mayores… y el escenario de fondo, el motor que siempre flota entre las páginas del libro es el misterio insondable de los Llanganates.
Un libro excepcional. No conocía su obra. La leí dos veces para degustarla página a página, episodio por episodio y dejar divagar la mente y recrearla en los detalles sutiles que se me escaparon en la primera lectura. Respirar el aire del Quito colonial ,bajar por el carretero que conduce a Santo Domingo y sentir la atmósfera ya húmeda y tropical ,llegar hasta las playas de la provincia del Guayas y dejarse acariciar por el viento, del mar desde los acantilados… Meterse en los rincones mágicos ecuatorianos.
Felicitaciones a este escritor y psicoterapeuta guayaquileño. Leo en la solapa del libro que ha ganado varios premios. Seguirá ganando.
Sigo pensando en la soledad de David y sus demonios interiores, en Odette y su amargura, en el antropólogo Lema y su amor loco en Fernando, y en esas Niñas que empujan el destino, inocentes, o crueles, enigmáticas y únicas.. Las Niñas. Un libro para no perderse.Un verdadero acierto editorial.