Y la juventud, ¿en dónde está?

Una de las características del populismo en América Latina es la marginación de la juventud política de sus filas. Es comprensible, pues el líder opaca o absorbe todo, pues él es todo. Es diferente a la organización de los partidos donde existe una segmentación natural por corrientes , sectores y edades. Existen ejemplos que pueden explicar mejor esta situación. El clásico es el del populismo organizado y hasta estructurado como el peronista, en el cual pocas veces, existe referencia a la juventud peronista. Los slogans lo dicen todo “Perón mi General y Evita Capitana “.

Eva Perón, reivindicó a la mujer marginada y explotada por una sociedad súper machista, pero los cuadros juveniles no fueron participantes activos del proceso. Es compresible, pues la juventud, por más adhesión que mantenga a una causa, es rebelde y contradictoria. Una situación intolerable cuando los “ reyes sol” están en la plenitud del poder.

Sin embargo, cuando existe un partido o una organización, la juventud es vital y nutritiva del futuro. Si se menciona el caso argentino, también hay que referirse al caso chileno donde gran parte del final del siglo XX fue testigo de la presencia militante de las juventudes demócratas cristianas, socialistas y comunistas. La histórica “ Marcha de la Patria Joven” fue el preludio de la victoria de Eduardo Frei Montalva, así como el activismo de las juventudes socialistas y comunistas lo fueron para Salvador Allende.

Las juventudes se organizan en las universidades y sindicatos no en las elites, ni en los cenáculos de los promotores, financistas o asesores. Son un producto natural y de difícil pronóstico. Difíciles de manejar y menos cuando se triunfa, pues sus demandas desbordan los límites de la gestión del poder; sin embargo, son el único puente con el pueblo; mucho más que los líderes clientelares como el tendero de la esquina del barrio, que están sometidos a la férrea decisión del líder, de sus caciques y de hasta de sus matones.

En el Ecuador del 2017 no cuentan las juventudes. Basta repasar la lista de los candidatos al parlamento para comprobar que el grupo más significativo son los reelegidos, generalmente expertos en marrullerías. Son incondicionales al candidato presidencial o producto de pactos torpes que no aseguran la ubicación, pues son víctimas de los primeros vientos de los cambios de camiseta.

El fenómeno en América Latina por la reelección de los presidentes, supuestamente de izquierda y acreedores a cifras mundiales de desafueros en el poder, tienen un carisma y son beneficiarios del más idiota emblema: “con tal de que hagan obras…”.

Para evitar desviaciones, antes de la seducción por los caudillos, los jóvenes debieran repasar los sucesos de París de 1968; lo de Tlatelolco en México en el mismo año o las víctimas de las dictaduras del cono sur. Víctor Jara no era de la tercera edad.

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