Las expresiones calidad-calidez, siempre juntas, se hicieron famosas. No hay discurso ni texto sobre educación –desde la Constitución- que no las glorifique. Una especie de fórmula mágica sobre la identidad y el destino de nuestra educación… Vale la pena revisarlas con ocasión de los brutales abusos infantiles conocidos.
Tal vez de tanto manosear las expresiones -por interés o por desconocimiento- han ido perdiendo sentido y músculo. En la década que se fue, se aseguró que Ecuador lideraba la calidad, que las construcciones provocaban calidad, que las Unidades del Milenio expresaban excelencia y calidad… Calidad a flor de piel.
Esta profusión del dúo calidad-calidez amerita una reflexión. Es cierto que la expresión tiene sonoridad; que pincha la razón y la emoción; que alude a resultados y relaciones humanas. Sin embargo, lleva implícito un equívoco importante que puede incidir en las políticas educativas, evaluaciones, gestión.
Sobre Calidad se puede emitir miles de palabras. Por ahora enfatizamos que no existe una sola comprensión y que conlleva una dimensión política. Subrayamos que la mayoría de discursos oficiales asocian calidad con resultados. Mejores resultados, mayor calidad. Otra vez, calidad a flor de piel… Pero no.
La calidad es mucho más que los resultados. Refiere a aprendizajes que provienen del aula y otros espacios. Y alude también a la calidez, las relaciones respetuosas y el buen trato. La calidez no existe aislada ni es complemento de la calidad. Es parte de su esencia. Calidad sin calidez no funciona. La calidad es integral o no es.
Afirmar que nuestra educación es de calidad mientras persisten atentados miserables contra los niños, es un contrasentido. En el fondo, el abuso es un problema de calidad, no de gestión.
La Calidez nos lleva además a otro territorio, al de los derechos. El afecto y buen trato en las relaciones cobra sentido en el ejercicio de derechos, de niños y adultos. Ellos tampoco vuelan por separado. Son esencia de la calidad. Separarlos achica la versión de calidad.
Afirmar que nuestra educación es de calidad, mientras se violan sistemáticamente derechos, es otro contrasentido. En el fondo, el irrespeto a los derechos, también es un problema de calidad, no de gestión.
Vivimos un tiempo favorable para sincerar informaciones. Para reconocer con modestia que la calidad –que baña todo el sistema- tiene mucho para crecer. Los supuestos y mitos creados en años pasados, en lugar de apurar el paso, lo bloquean.
Y algo relevante…la calidad se juega también fuera del aula, en el entorno escolar y familiar. Mientras se continúe lastimando a los niños y burlando sus derechos, la calidad es quimera o publicidad. Aspiramos que sea horizonte y no apariencia.