A la calle, a la plaza, a cualquier lugar público donde se escuche nuestra voz de protesta. Es que la cola que ha traído la corrupción y lo perverso del gobierno anterior nos deja a todos estupefactos. El fardo es pesado de cargar y desarmar más aún cuando quedan demasiadas señales de que los cambios son superficiales y que siguen enquistados en el poder los mismos de hace una década.
Nefasta, más que nefasta situación. Mas la denuncia legal “por vía regular” es solo un modo de hacerlo, hay otras formas de desenmascarar la podredumbre.
Denunciar desde la calle, desde el arte en la calle. Aunque el lector incrédulo y ajeno a los nuevos procesos culturales lo ponga en duda. Lo puedes hacer desde el teatro –Michelena o Pancho Aguirre- o desde el arte acción, un género expandido que engloba al happening, performance, live art, site specific y la instalación ; un arte que hace que lo que acontece sea real (no ficticio), que no se repite; son acciones que denuncian a veces brutalmente involucrando al transeúnte común; el/los artistas se convierten en carne de cañón; el lienzo es su propio cuerpo, un cuerpo político en el que el valiente artista se hace cargo –sin protección alguna- de su propio discurso. Este arte no se negocia, ni se compra, ni se vende, no pertenece al siniestro mundo del capital.
Es muy decidor -a la vista de tantos procesos políticos tormentosos que vivimos en América Latina- que el curador de la próxima XIV Bienal de Arte de Cuenca, Jesús Fuenmayor, haya seleccionado para la delegación ecuatoriana a varios involucrados en el género altamente político/conceptual arriba descrito. Artistas que se las han jugado denunciando atrocidades desde la intimidad o desde lo público: los pioneros de prácticas conceptuales performáticas, Pablo Barriga y Jenny Jaramillo, y gente más novel como Santiago Reyes y Estefanía Peñafiel, ambos residentes en Francia, José Luis Macas, Juliana Vidal, Jenny Jaramillo, María José Machado. Muchos han sabido detectar denunciando las patologías del tejido sociocultural que habita nuestras ciudades.
“No somos un peligro”, comenta una de las pocas artistas de acción María José Machado; son una amenaza, añado yo. Amenazantes son cuando nos despiertan los fantasmas adormecidos de la inequidad y violencia de género, el poder inocuo de instituciones y políticos, el maltrato a las poblaciones vulnerables… Salió Machado un día cargando a sus espaldas a Arturo, un cargador del mercado; habría sido cargado tres veces en su vida, al nacer, al ser cargado por María José, muerto. Esta admirada exalumna nos ha dejado en sus acciones una estela inmensa de cuestionamientos, de problemas sin resolver. Estas denuncias vienen de otro lugar. ¿Las sumamos? ¿Las valoramos?