El Ecuador afronta el desafío de cambiar la matriz energética dependiente del petróleo por una nueva que se abastezca de fuentes renovables. Hoy usamos tan sólo el 10% de nuestro potencial hidroeléctrico, muy superior al petrolero.
Lamentablemente, el Gobierno no logra acertar el camino que nos conduzca a una independencia de las fuentes petroleras y las decisiones son cada vez menos acertadas: primero se paró la construcción del proyecto hidroeléctrico Toachi-Pilatón; luego se importaron al apuro plantas eléctricas térmicas, que funcionan con diésel importado y generan electricidad al mayor costo posible. Ahora el Ministro de Electricidad nos amenaza con nuevos apagones, aduciendo que el cambio climático afecta a los embalses.
Lo que no se dice es que la inefectividad del Gobierno brilla por segunda vez, al no poder concretar el proyecto hidroeléctrico más importante del Ecuador: el Coca-Codo Sinclair, que ya lleva un inaceptable retraso de dos años.
Este proyecto ha ido de tumbo en tumbo: primero contrataron a Enarsa, una inexperta empresa argentina, a la que pagaron USD5 millones por la provisión de una primera piedra colocada hace dos años; un año y medio más tarde los argentinos se retiraron discretamente, como si nada hubiese pasado.
Entonces comenzó una apurada contratación con empresas chinas. La semana pasada, el Gobierno descubrió que los chinos, conociendo lo incumplidos que somos, pidieron garantías de pago, razón para que fracasara esta negociación.
Ahora se ha solicitado a nuestro Embajador en Rusia que seduzca a los soviéticos para ver si ellos quieren este florón que va de mano en mano.
Preocupan además las denuncias de que no existen los estudios completos y que contratar al apuro atentaría contra la Ley de Contratación Pública. Y más grave aún, varios expertos sostienen que se está sobredimensionando la capacidad de generación eléctrica del proyecto. Los estudios del caudal del río Coca indican que el flujo mínimo de agua del río garantiza una generación de 860 megavatios y que los 1500 megavatios esperados por el Gobierno solo se logran pocas semanas al año, cuando el río crece por las fuertes lluvias de la estación invernal.
Para rematar, el río Coca se alimenta fundamentalmente de aguas que provienen de los glaciares del Antisana y del Cayambe, que están en franco retroceso y que por el calentamiento global van a reducir su aporte de agua. Por tanto, el caudal mínimo actual se puede transformar en caudal medio o máximo del futuro.
La mínima sensatez demanda bajar la capacidad del proyecto a 860 megavatios, con lo que no se requerirían USD1979 millones sino sólo 1000.
¡Por el momento el proyecto Coca-Codo Sinclair está retrasado y definitivamente sin claridad!
Columnista invitado