Un estudio de Habitus, publicado en este Diario, da cuenta de la expansión de la clase media en el país. Si en el 2003 pertenecía el 14% de la población, en el 2012 un 35% de la misma se inscribe en esa denominación. Muchos factores han influido, entre ellos la relativa estabilidad de los ingresos de las familias con la dolarización. Sin embargo, habría un punto en que se debería hurgar más hasta conocer su verdadero impacto. En el año que sirve de base para la comparación, empezaban a incorporarse 100 000 barriles diarios a la producción de crudo. Provenían del campo Edén Yuturi, en esa época en manos de la Occidental. Nadie advertía que en pocos años el precio del petróleo se incrementaría de forma significativa. Ya en manos del Estado, luego de la salida del país de la empresa norteamericana, el campo petrolero ha mantenido relativamente estable su producción por lo que, si se calcula arbitrariamente a un precio promedio de USD 75 por barril, alrededor de USD 16 500 millones han sido aportados a la economía en los últimos seis años. ¿Qué hubiera sucedido si no se habría hecho en forma oportuna esta inversión? ¿Sería el país el mismo que retratan las estadísticas? El dinero que ahora fluye debido al alto precio de nuestro principal producto de exportación habría ingresado en menor cantidad si, a su tiempo, no se hubieran tomado las decisiones adecuadas. El patrimonio fiscal acumulado no sería el alcanzado, porque no habrían existido trabajos adicionales que se requieren para mantener a flote los campos. Simplemente el tamaño de la economía sería menor y los recursos quizás no hubiesen tenido el impacto que ahora se señala.
Lo anterior cabe traerlo a colación para relevar el papel beneficioso de la inversión productiva en el campo social. La única manera de incorporar más y más gente a los beneficios de una sociedad moderna es creando riqueza y, a su vez, empleo sostenible. Lo preocupante es descuidar este flanco, porque la riqueza en las entrañas de la tierra no es inagotable y estudios demuestran que, el horizonte petrolero ecuatoriano, si no se realizan las tareas urgentes declinará en un plazo de diez años.
Las autoridades deben haber reparado en esta situación. No es momento para analizar cuánto de los ingresos han sido invertidos en obras y lo que se ha destinado a gasto corriente. Existen señales que muestran preocupación del mediano plazo y, por momentos, brotan conceptos que hacen pensar que se puede esperar ciertas dosis de pragmatismo. Lo vertebrales atraer inversión no neces ariamente dirigida a los grandes proyectos sino intentar que cada vez existan más emprendedores interesados en colocar y en dejar sus recursos dentro de nuestras fronteras. Lo que se haga o deje de hacer en estos años marcará el rumbo por el que se enfile el Ecuador en el mediano plazo.