Las redes sociales están definiendo el comportamiento de muchos ecuatorianos. Esa conversación interminable y ruidosa, donde la inmediatez deja apenas resquicios para observar el contexto, sopesar posiciones, verificar y reflexionar, es hoy unas de las principales fuentes de información sobre el devenir político.
En las redes hay conclusiones terminantes que indican si la presencia de Rafael Correa es un fracaso o no, si el presidente Lenín Moreno hizo bien o no en postular a Alejandra Vicuña para la vicepresidencia, si Jorge Glas es inocente o culpable, si unos son borregos y otros amargados. En fin, hay juicios sobre todo y para todo.
Si una posición o la difusión de un supuesto hecho se hace tendencia en Twitter, ya puede ser considerado por muchos real, justo y verdadero, incluso algunos analistas lo asumen como prueba de la opinión mayoritaria.
Casi 70 por ciento de los ecuatorianos usa la red social Facebook, el mayor nivel en América Latina junto a Argentina, 61 por ciento Whatsaap, 13 por ciento Twitter y 20 Instagram, según el último estudio de Latinobarómetro. Todas son cifras en crecimiento constante.
Hoy, para un tercio de los habitantes de la región, su principal fuente de información política son las redes sociales, mientras los diarios, la radio y hasta la televisión, pierden terreno, añade ese informe.
“Estamos en un proceso de cambio de la manera como los ciudadanos se informan de la política a la vez que con un cambio de comportamiento (…) La forma de informarse influencia la opinión de los ciudadanos”, reza el informe.
Separar la paja del grano, ver el bosque y no solo los árboles, someter la información al ácido de la crítica, comparar posiciones y sopesar argumentos, está siendo todo un reto en la era de la información.
El ideal de un ciudadano que toma decisiones fundadas, participa y exige cuentas a sus autoridades es elusivo frente a datos y hechos que indican que el terreno está abonado para que las mayorías se dejen influir por noticias falsas, creación de tendencias a través de troles y la exposición de datos privados, que pueden resultar ciertos o falsos.
Además, ahora ser parte de algo social importante o sentirse partícipe de un cambio, es más fácil: basta dar un like o retuitear mensajes con contenido social, ambiental, conservador o progresista, todo depende del gusto.
Y también se multiplican quienes vuelcan en las redes sus iras y fobias y los que exponen, como si lo hicieran frente a su confesor o psiquiatra, sus secretos más inconfensables en audio, video o texto.
Lo que antes era difícil, lo que tomaba años de terapia, ahora está al paso de un simple click.
En definitiva, estamos frente a un torrente imparable de palabras e imágenes que parecen modelar una ciudadanía de baja intensidad.