Trabajo de cirujanos

Los grandes revolucionarios de las relaciones internacionales no son guerrilleros, sino cirujanos. El símil parece encajar perfectamente para María Ángela Holguín, la canciller de Colombia. Cuando la conocí años atrás, ella estaba profundamente indignada por la forma como trataba la política exterior de su país el entonces presidente Álvaro Uribe. Le decía que en el Ecuador sufrimos de las mismas taras y problemas y que, algún día, podríamos tal vez superar el provincianismo en el manejo internacional. Entonces, ella era bastante menos optimista. No había estrategia, la Cancillería estaba desvalijada de profesionalismo, y la política exterior se manejaba desde el palacio de Nariño, bilis de por medio.

María Ángela Holguín fue nombrada canciller por Juan Manuel Santos no solo por su talento, sino porque fue la única que siempre le dijo a Uribe lo que no quería oír –en público y en privado- y fue una de las pocas que renunció diciendo las cosas como son. Santos sabía que (como dicen los colombianos) esta mujer nunca le iba a comer cuento. Y no lo hizo. En apenas dos años montó una nueva imagen de Colombia en la escena internacional. Su primera campaña sentó la tónica de su visión. Apenas ganadas las elecciones, se encargó que el nuevo Presidente sea recibido por grandes líderes mundiales de la talla de Sarkozy, Merkel, Lula. Estos periplos han mostrado una Colombia comprometida con los derechos humanos (algo que nunca Uribe pudo sostener) y han logrado cambiar el colofón de narcopaís, por otro de potencia industrial. Está captando alrededor del 22% de su producto interno bruto en inversión extranjera.

La Cumbre de las Américas es el pico más alto del camino recorrido, precedido por un hecho inigualable: Santos en la portada de la Revista Time. Este detalle tiene mucho más impacto que miles o millones de dólares pagados a empresas de lobby en Washington que, ante un mal producto, poco o nada pueden hacer. La verdad es que Colombia ha confiado mucho más en sí misma y menos en el lobby para hacer el trabajo. Los movimientos estratégicos de Holguín son una muestra de ello: nunca deja ninguna relación al azar. Todas son importantes, desde los vecinos conflictivos hasta los grandes líderes mundiales. Pero no ha estado sola. Siempre, cafeteros, industriales, académicos y artistas colombianos se han sumado a la cruzada por las grandes capitales del mundo –Washington, Londres, París, Madrid, Tokio- presentando a Colombia en inglés y otros idiomas… vendiendo a su país. Colombia ahora se ha lucido con una Cumbre donde tuvo la osadía de poner la agenda de Latinoamérica, no la de EE.UU., pudo transar, dialogar, invitar a grandes inversionistas mundiales a la mesa de los presidentes; pero lo más importante: pudo cerrar el negocio de vender una Colombia distinta, visionaria, y lista para convertirse en un nuevo tigre asiático en Latinoamérica.

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