Han transcurrido 45 años desde que el diplomático ecuatoriano Leopoldo Benites Vinueza fue elegido Presidente de la XXVIII Asamblea General de Naciones Unidas, durante el Gobierno de Guillermo Rodríguez Lara y, en septiembre del presente año, asumirá igual dignidad, en la LXXIII edición de tan importante foro mundial, la ex canciller María Fernanda Espinosa.
El guayaquileño Benites Vinueza fue funcionario de carrera, con amplia experiencia en el Servicio Exterior; Embajador en varios países y Representante de Ecuador en la ONU, en cuya condición participó en 18 Asambleas anuales. Antes de ser elegido Presidente del Organismo ecuménico, fue su Vicepresidente y Presidente del Consejo de Seguridad y de varias comisiones.
Aunque ninguna norma legal de NN.UU. dispone, la tradición establece que sea rotativa la Presidencia de la Asamblea General entre cinco regiones, pacto que se ha cumplido con pocas excepciones, de tal manera que sus respectivos integrantes se ponen de acuerdo sobre su candidato y lo someten a consideración del Pleno, que, casi siempre acata en forma unánime.
Esta vez corresponde el cargo al representante de un país de América Latina y el Caribe, pero no hubo unidad de criterio previo, ya que Honduras sostiene que, con anterioridad, había obtenido respaldo, inclusive de Ecuador, para su candidata María Elizabeth Flores, pero nuestra Cancillería desmintió tal compromiso y presentó la candidatura de María Fernanda Espinosa, que obtuvo 128 votos frente a 62 de su adversaria. La señora Espinosa nació en Salamanca, España. Es socióloga, geógrafa y poetisa; fue catedrática universitaria, Ministra de Defensa en el Gobierno de Correa y Canciller en dicha Administración y en la de Lenin Moreno.
Su desempeño como Ministra de Relaciones Exteriores ha sido objeto de diversas impugnaciones en el ámbito interno y, con 59 firmas de respaldo, se planteó su enjuiciamiento político en la Asamblea Nacional, “por incumplimiento de sus funciones” y otras causales. En septiembre asumirá su cargo internacional.
Varios dirigentes políticos, analistas, coinciden en que es acertado que un diplomático de carrera, José Valencia Amores, asuma el Ministerio de Relaciones Exteriores, tras once años de excesos y atropellos, que afectaron el bien ganado prestigio que otrora tuvo ese importante portafolio, y consideran que, entre los retos fundamentales que tiene en sus manos, constan la eliminación de la carga ideológica implantada en ese período, la reestructuración del maltrecho Servicio Exterior, la coordinación de la política exterior con la económica, cambio de posición frente a ciertos gobiernos perversos, solución del caso Assange, entre otros. En otras palabras una “cirugía mayor”, como suele decir el presidente Moreno, quien ya anticipó que se producirán “algunos giros” enmarcados en la Constitución, lo cual es saludable y de buen augurio.
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