Con elevadas dosis de cinismo, la ministra coordinadora de Política Económica, Katiuska King, culpó a los empresarios de alentar prácticas rentistas por expresar desesperación y angustia ante la suspensión de la Atpdea y sus beneficios a las exportaciones ecuatorianas. Recordemos que un estado rentista es aquel cuya economía se apoya en ingresos externos sustantivos generados, recibidos y distribuidos, con fines políticos, por el Gobierno de un país. Dichas rentas no provienen de un esfuerzo productivo sino de los milagros de la naturaleza, por lo que el concepto se aplica con frecuencia a los países petroleros. Es importante resaltar que la utilización de esos ingresos tiene, en casi todos los casos, la finalidad de asegurar clientelas políticas que garanticen soportes electorales al Gobierno. ¿Suena familiar? Pues claro. Bajo el Gobierno de Alianza País, el Estado ecuatoriano se ha vuelto más rentista que nunca. Sin inversión privada ni esfuerzos productivos importantes como resultado de la volatilidad jurídica y política alimentada por el Régimen, la economía ecuatoriana depende en grado superlativo del petróleo. Sus rentas son receptadas por el Gobierno y redistribuidas entre sus clientelas políticas y los grandes grupos económicos aliados del Gobierno.
Según la ministra King, el Gobierno ha hecho lo suyo construyendo carreteras y cierta infraestructura física. Tocaría a los empresarios, ahora, hacer su trabajo y volverse competitivos. Olvida la funcionaria que la política exterior de este Régimen, improvisada, ideologizada y patológicamente contraria al comercio, ha limitado progresivamente las posibilidades de intercambio del Ecuador en nuestros mercados más importantes como EE.UU., Europa y Colombia. La “revolución ciudadana” ignora que solo el comercio posibilita los altos índices de crecimiento necesarios para vencer la pobreza. Por ello, el Gobierno tiene la obligación de trabajar intensamente en la firma de acuerdos comerciales que permitan el acceso de nuestras exportaciones a los mercados relevantes. Era obvio, y estaba anunciado, que la Atpdea debía terminar algún día. El Estado ecuatoriano, con imprevisión e irresponsabilidad, no pensó ni trabajó en un esquema alternativo y, sobre todo, definitivo. Condicionados por los prejuicios y taras que perciben al libre comercio como instrumento de dominación del “imperio”, diversos gobiernos escondieron su cabeza ante el problema.
En nombre de la revolución ciudadana y su peculiar concepto de soberanía, se han dinamitado los tratados de libre comercio con EE.UU. y Europa, nuestros principales socios comerciales. Entretanto, se ha fortalecido lazos con Irán, Libia, Venezuela y Cuba, grandes exportadores de odio y pobreza. Con estos antecedentes, ministra King, ¿cómo se atreve a criticar la angustia de nuestros desamparados productores y exportadores?