La palabra ‘cinismo’ se ha deslizado por recurrentes mutaciones históricas. En Grecia se llamaban ‘perrunos’ o ‘perros’ a los prosélitos de esta doctrina, con evidente connotación despectiva. En la Grecia clásica, los cínicos descreían de lo que se había erigido como sagrado y asumieron una actitud oscilante entre el intrépido desafío contra el sistema y una sabiduría no exenta de heroísmo. Los ásperos apelativos en su contra no les afectaban.
Pablo Fuentes González, en su libro El atajo filosófico de los cínicos antiguos hacia la felicidad, sustenta que los cínicos griegos, a más de representar una provocadora osadía en contra de lo establecido, estuvieron comprometidos con una ética inquebrantable. Con el decurso del tiempo, la palabra ‘cinismo’ cambió su significación esencial. La Ilustración fue su precedente.
Cinismo en nuestro tiempo asume una acepción distinta a la de griegos, romanos e ‘ilustrados’. El DLE absuelve así la palabra: “Dicho de una persona: Que actúa con falsedad o desvergüenza descarada”.
¡Cómo menudearon los cínicos en la década extraviada! Ver y escuchar a su cabecilla tildando de traidor al actual gobernante provoca repulsión y alza el cinismo a cotas imposibles.
Lo más perverso del cinismo y de la traición que encarna el déspota es su ‘cruzada’ por el mundo, tiñendo a su sucesor de todo lo aborrecible que -¡ironía histórica!- simboliza él. ¿Permisividad para que el autócrata aproveche toda tribuna para escarnecerlo, agraviarlo y pretender ultimarlo? ¿Concesión personal o grupal a quienes apuntalaron su itinerario hacia el poder? Es deber ético del presidente defender su nombre, aquello configura la defensa del país.
¡Qué decir del séquito íntimo del tiranuelo! Todavía aparecen -enrejados o a punto de estarlo-, luciendo trajes de marca, implantes de cabello, airosos, omnipotentes. Saben que naufragan en las alcantarillas de la historia, sin embargo, escamotean su patética y desastrada situación mediante visajes iracundos de los rostros, melifluas sonrisas o saludos al viento, entronizando el cinismo como su divisa y estigma. ¿Excepciones? Las hay. Generalizan los estultos y los necios de atar.
Mentir, fingir y depredar: los tres verbos que conjugaron los líderes del decenio que saqueó al Ecuador. La farsa de la megafábrica de autos eléctricos, el turismo ficcional que se quiso mostrar al mundo con el Jaguar Americano a cuestas), las escuelas del milenio, los espurios títulos honoris causa, son mofas históricas que nadie ni nada podrá desvanecer.
Pero, ¿qué hacen ciertos personajillos que fueron dúos del reyezuelo ahora transformadas en rodapiés del nuevo gobernante? ¿Cómo comprender sus epístolas rezumantes de plagios, dedicadas a idolillos de bisutería, pero con influencia en el nuevo Gobierno para seguir asidos a una partícula de poder? ¿Dónde irán a parar sus tristes figuras de lacayos? Continuar fieles a sus lamentables vidas de cínicos irredimibles.