Ha n circulado las últimas mediciones de los indicadores de empleo en el segundo trimestre de 2013. En un cuadro procesado por Quantum se observa que el desempleo sigue con tendencia a la baja, ubicándose en junio en el 4,9%. Por otra cuerda, el subempleo se incrementa registrándose un índice de 46,4%. En resumen, entre los dos indicadores se constata que alrededor del 50% de la población económicamente activa o no encuentra trabajo o se desenvuelve en ocupaciones de poca calidad, en otras palabras sobrevive. Las cifras son reveladoras porque dan muestra que las soluciones no son simple voluntarismo, sino que encontrarlas y aplicarlas es tarea que involucra a los sectores más diversos de la sociedad. Transcurridos más de seis años de gobierno, si bien en algo los porcentajes se han morigerado, el problema está intacto y dan cuenta que las personas en edad de trabajar no encuentran donde ubicarse y por ende están excluidas del mundo laboral formal. También se puede concluir que las reformas en materia laboral de todo este período no han conseguido el objetivo que animaba a quienes las impulsaron: que más ecuatorianos consigan empleos formales.
Algo no ha funcionado. Recursos han existido. Bajo la prédica gubernamental, por algo más de USD 10 000 de inversión se creaba un puesto de trabajo formal. Pero en los hechos las nuevas plazas no han aparecido en el número esperado. No basta entonces únicamente que el Estado se convierta en el eje de la economía, sino que esa tarea también tiene que estar a cargo de la iniciativa privada. Si no se inyectan recursos de los particulares, nacionales o extranjeros, se pierde dinamismo y la economía no crece lo suficiente; y no se crean nuevos empleos.
Todo debe resultar frustrante especialmente para los más jóvenes. Las oportunidades escasean. Las pocas existentes se ocupan por los que están mejor preparados o tienen conexiones, ergo, los que provienen de los estratos más altos. Aún en esos segmentos lo competencia es evidente. La mayoría se queda al margen, opta por empleos de poca calidad o mal remunerados que no guarda relación con su esfuerzo de preparación académica.
Así es imposible lograr mayor movilidad social. En ese contexto las propuestas para derrotar ese fatídico determinismo deben salir de toda la sociedad, cada uno con su aporte renunciando en algún grado a sus aspiraciones. No cabe en ese escenario promocionar reformas que podrían atentar aún más contra la generación de empleo.
Todo lo contrario, es el momento de buscar consensos para entre todos los actores sociales poner las bases que conduzcan a que, en mediano y largo plazos, se amplíe el mercado laboral y se creen oportunidades que produzcan, una verdadera cohesión social que se fortalezca en el tiempo, que no dependa de factores coyunturales o pasajeros.