En la Bolsa de Valores de Quito, una empresa puede obtener fondos a una tasa promedio de 8,4% anual. En el otro extremo, según lo reportó este Diario el domingo pasado, en el “mercado del chulco” las personas y los microempresarios llegan a pagar hasta el 10% diario (algo así como 128 billones por ciento anual).
Los pagos de las obligaciones transadas en la Bolsa se hacen de una manera muy civilizada, a través de transferencias bancarias, con mecanismos predefinidos y públicamente conocidos. Los cobros realizados por los chulqueros los realizan unos motociclistas malencarados y cuando alguien deja de pagar, parece que se contrata unos sicarios para “eliminar” a los morosos (todo esto según ese doloroso artículo que publicó este Diario hace una semana).
¿Por qué hay un contraste tan enorme entre estos dos mundos? Muy sencillo: porque el uno es legal y altamente formalizado y el otro ilegal y tremendamente informal. Considerando esto, la pregunta es: ¿por qué el mundo de los préstamos pequeños es ilegal, por qué esos préstamos de USD 20 que les dan los chulqueros a los carameleros tienen que caer en ese horripilante mundo de las mafias?
La respuesta es que el Gobierno ha convertido ese mercado en ilegal. Dar préstamos de USD20 es costoso, básicamente son muchos trámites por poca plata. Por eso, la tasa de interés de los préstamos chiquitos siempre será más alta que la de los préstamos grandes. Pero el Gobierno no se da cuenta de eso y en mayo fijó en 30,5% la tasa máxima a la que puede prestar una institución financiera. Con ese interés no se podrían nunca cubrir los costos de dar préstamos de USD 20 y, por lo tanto, los carameleros que necesitan ese capital de trabajo, necesariamente, tienen que recurrir a prestamistas ilegales.
El mayor aliado de los chulqueros es, por lo tanto, la normativa de tasas máximas de interés. Y los sicarios y los motociclistas malencarados también terminan siendo un producto de esa regulación.
Atender a clientes pequeños siempre será más caro que atender a los grandes, pero tampoco como para justificar ese interés de varios billones por ciento. Recordemos que en las instituciones formales, justo antes de que entraran en vigencia esas tasas máximas, se cobraba hasta el 60% anual, una tasa que suena altísima, pero que es bajísima comparada con el 10% diario que ‘Juan’, un comerciante de frutas y verduras, paga a ‘Don Guevara’, según lo describió el artículo ya citado.
Y cuando los comerciantes de frutas tienen que pagar intereses exorbitantes, esos productos suben de precio. Lo único que falta ahora es que el Gobierno decida regular el precio de las frutas y termine creando un mercado negro de manzanas. Ya mismo habrá un mercado negro de alcohol los viernes por la noche.