Oficialmente, Unasur va bien. Pero la realidad es que casi todos los gobernantes de los países de la Unión de Naciones Sudamericanas están enfrentando problemas extras. Es decir, un poco o un poquito mayores a los normales. Aunque, en honor a la verdad, no hay en el mundo el “presidente feliz” que viva con la sonrisa en los labios. Hoy vamos a dar una mirada a la gran América del Sur, con los mejores deseos de que pasen los sustos y no falten los gustos. Comenzamos con las damas.
Doña Michelle Bachelet festejó feliz su retorno triunfal a la presidencia de Chile, el país con menos corrupción en el Sur. Pero ahora vive días amargos luego de que se hicieron públicos dos casos ingratos. Uno de ellos un préstamo del Banco de Chile de USD 10 millones a su nuera -apoyada por su hijo- y un posterior negocio dudoso con una ganancia de 4 millones. Nada más pero nada menos.
Doña Cristina, presidenta argentina, afronta una cuarta huelga general. La de mayores dimensiones, dicen, con protestas de los sindicalistas por motivos económicos y con trasfondos políticos. Este año hay elección presidencial y no suena a reelección.
Dilma Rouseff también sufre pese a que fue reelegida y Lula la apoya. La jefa brasileña yace muy abajo en las encuestas y se le van las lágrimas cuando los que gritan “abajo Dilma” suman más o menos un millón. ¿Por qué semejantes amarguras? Por la corrupción en Petrobras, la empresa oficial del petróleo. Ella dialoga.
Evo Morales, el presidente de Bolivia, yace también dolido. Claro, si perdió dos elecciones -en el departamento de La Paz y en la alcaldía del Alto- y esas noticias le disgustan seriamente. Pero se consuela porque le va aceptablemente bien en la economía. Funcionan los ingresos de su país y merece un aplauso de los suyos porque ahorró USD 14 000 millones para el tiempo de las vacas flacas.
Nuestros vecinos del Perú y Colombia también enfrentan problemas, por supuesto. En Lima, el presidente Ollanta Humala yace furioso porque el Congreso le aplicó un voto de censura y le tumbó a la primera ministra, Anita Jara, y los adversarios siguen atacando a su guapa esposa Nadine Heredia.
En Bogotá, el Jefe Juan Manuel Santos sufre porque han pasado más de dos años y no puede firmar la paz con las temibles FARC. Una idea plausible se convirtió en un suplicio.
Por supuesto que nuestro presidente Rafael también está en aprietos, luego de casi ocho años de gozar realizando obras con el apoyo de las vacas gordas y de manejar al derecho y al revés todos los poderes del Estado. Los problemas le vinieron de afuera -la baja de precios del petróleo y la apreciación del dólar- y los adversarios le dicen que ahora, en la etapa de las vacas flacas, seguramente lamenta no haber seguido los consejos de su amigazo Evo, quien sugería tímidamente “ahorren amigos presidentes”.
Ni hablar de Venezuela. Dicen los chismosos que Maduro, casi en secreto, lamenta que su jefe del alma Hugo Chávez le haya dejado como herencia un país casi quebrado. Menos mal que ahora no se caen los gobernantes. Unasur está bien pero Sudamérica afronta más de un susto.