Entre los partidarios y beneficiarios del chavismo hay tristeza, pero sobre todo miedo por la salud de Hugo Chávez. La opacidad informativa venezolana, propia de regímenes para los que la transparencia y rendición de cuentas son un estorbo, no permite tener certeza sobre la salud del mandatario. Pero todo indica que se acerca el fin de una época.
La potencial orfandad chavista es un llamado para que el ecuatoriano Rafael Correa asuma el liderazgo “antiimperialista”, señalan algunas voces.
Mientras, Cuba mira hacia el abismo. El canal que le insufla vida está próximo a cerrarse y los países de la Alba ven cercano el fin de apoyos y padrinazgos. La fila de deudos será grande, entre ellos organizaciones políticas que han justificado el autoritarismo, la mentira y el juego sucio chavista, por supuestos fines superiores y revolucionarios.
Aun cuando Chávez, en improbable escenario, regresara a gobernar y compitiera en las elecciones de octubre, enfrentará el riesgo de salir de ese proceso magullado. Detrás de la verborrea bolivariana triunfalista, hay nervio.
La peor derecha desea que Chávez muera pronto. En la vereda opuesta, donde la fanaticada perdió el sentido crítico y se hundió en la intolerancia, se ora para que sane.
El comandante lucha por su vida y es de desear que se recupere y siga adelante, ojalá con una impronta democrática. Pero la evidencia indica otra cosa.
Luego de 13 años de gestión caudillista, beneficiada por los altos precios del petróleo, tambalea el centro de un sistema pegado con alfileres. El derroche de dinero y el discurso interminable no sirvieron para construir instituciones, tener independencia de poderes y tampoco para sembrar las bases del supuesto socialismo. Si Chávez sale de escena, Venezuela volverá a empezar.
Heinz Dieterich, mentor del concepto del Socialismo del Siglo XXI, se ha declarado decepcionado del proceso venezolano, porque no colocó las bases del proceso de cambio y entregó la gestión del país a personas de dudosa ética.
Dieterich aspira a la recuperación de Chávez, pero ante las circunstancias no duda en plantear el escenario sin ese mandatario y repite algo que está a la vista: no hay en Venezuela un sucesor de calibre. Sobre el liderazgo regional, opina que el sustituto debería ser Correa, pues “tiene un perfil semejante” al de Chávez.
Pero Correa no tiene peso regional, entre otras cosas porque la cartera de petrodólares es baja y ha tenido una errática política internacional.
Correa no es Chávez, aunque tiene mucho de parecido. Ojalá el primero saque lecciones del cambio que se avecina. El desarrollo se construye con instituciones y democracias activas, con tolerancia y humildad, no con pasajeros personalismos, autoritarismo y soberbia.