Se le apareció en forma de “pajarito chiquitico”. Y después de haberle silbado “un ratico” el mensaje parecía diáfano: “Yo sentí el espíritu de él, yo lo sentí dándonos una bendición, diciéndonos: ‘hoy arranca la batalla, vayan a la victoria’. “El espíritu en forma de “pajarito” era el de Hugo Chávez.
El bendecido por Chávez es Nicolás Maduro, quien aspira a contar con la bendición de la mayoría de los votos en las elecciones presidenciales de Venezuela este domingo próximo.
No es para reírse, aunque la confesión de Maduro haya sido objeto de tantos chistes durante la última semana. “Burgueses, inhumanos, antipatrias”, llamó Maduro a quienes se han burlado de la supuesta aparición de Chávez encarnado en un “pajarito”. Lejos de banal, la anécdota tiene algo de tragicomedia. Y dice mucho sobre el legado del expresidente venezolano y los dilemas, y dificultades, de sus herederos para mantenerse en el poder.
Primero fueron los meses de incertidumbre frente a las agonías de una larga enfermedad. Después pasaron semanas de incógnita por el estado del Presidente electo, ausente en un hospital extranjero, sin señales evidentes de vida (un lamentable y triste espectáculo, inédito en el mundo contemporáneo).
A la noticia de su muerte, siguieron los planes frustrados del embalsamamiento de su cadáver, como el de Lenin. Y ahora aparece su “espíritu” revelador de bendiciones.
Las elecciones de este domingo ayudarán quizás a resolver lo que el profesor del Armherst College en los Estados Unidos Javier Corrales llamara “crisis de sucesión” en Venezuela (‘Current History’, febrero del 2013). Tales crisis, como observa Corrales, no son frecuentes en las democracias, donde se respetan las normas constitucionales. Por el contrario, en los regímenes autocráticos “son siempre indeterminadas”. Dado el carácter híbrido del sistema venezolano, su suerte se mantiene llena de incertidumbres.
Maduro sabe que su principal capital es haber sido señalado por el mismo Chávez como su sucesor. No es un capital desdeñable, dada la inmensa popularidad del expresidente.
En las elecciones del año pasado, Chávez triunfó con un holgado margen de más del 11%. Pero como observa Corrales, fue el menor margen de victoria presidencial entre las acumuladas por Chávez. Y el menor conquistado por los presidentes reelegidos en Latinoamérica desde 1990. Chávez perdió además en las grandes ciudades, “donde vive la mayoría de los pobres”.
Maduro no tiene todas las de ganar, aunque además de la bendición de Chávez cuenta con el poder que confiere la renta petrolera, incluida la capacidad de influir a quienes se benefician de sus dádivas, y con el control de casi todas las ramas del poder público, hasta de las autoridades electorales.
No obstante, el candidato oficialista enfrenta una oposición unificada alrededor de la candidatura de Henrique Capriles.