¿Caudillo de qué?

Han pasado 40 años desde la publicación de mi libro ‘Velasco Ibarra: el último caudillo de la oligarquía’ y seguimos padeciendo la antigua enfermedad del caudillismo. Aunque el virus ha mutado con la comunicación, y el cuerpo social que lo soporta tampoco es el mismo, casi todos aceptan la categoría de caudillo que se le aplica a Rafael Correa, pero nadie sabe exactamente cuál es el modelo capitalista que pretende consolidar y que ha sido comparado a la ligera con el PRI mexicano, o con un chavismo menos militarizado, o con la restauración conservadora de una tecnocracia extractivista, o simplemente con un aparato autoritario sin ideología definida que solo buscaría usufructuar del Estado.

Recuerdo que en abril de 1977 el país estaba embarcado en el retorno a la democracia y mi libro generó un intenso debate.

Con todos los arrestos de un joven sociólogo, no me cansé de aclarar que Velasco Ibarra era el último caudillo de una etapa histórica finalizada pues, como producto de la larga crisis del Estado oligárquico agroexportador, su papel concluyó cuando el boom del petróleo que había arrancado en 1972 trasladó el eje de la acumulación de manos de los exportadores guayaquileños a quien controlara el aparato estatal en Quito.

Primero fueron los dictadores militares con su cuento de un nacionalismo revolucionario que culminó con un endeudamiento tan irresponsable como el actual. Luego se alternaron partidos de diverso pelaje: populistas, demócrata cristianos, socialdemócratas y oligárquicos con discurso neoliberal. El país se modernizaba a tropezones y la disputa por el control del Estado era muy aguda, pero el hombre más poderoso del país continuaba siendo un oligarca llamado León.

Entonces llegó Correa con su proyecto de refundar el Estado, controlar todas las funciones y manejar con su gallada el nuevo boom petrolero y las inversiones chinas.

Pero, detrás del discurso antioligárquico, la modernización de la infraestructura y la participación del Estado en la economía no cambiaron la estructura económica básica, como lo prueba el ránking de las principales empresas del 2016 elaborado por la revista Gestión. Hay que investigar entonces cómo se reorganizó realmente la élite económica con los nuevos ricos de la élite política y qué pasará ahora que el modelo estatista y dilapidador se quedó sin billete. La reunión de Lenin con los empresarios costeños da pistas al respecto.

Porque la caída del petróleo sacudió tanto la estantería que el caudillo debió hacerse al lado. Pero, a diferencia del velasquismo inmediatista y caótico, Alianza País utilizó todos los recursos del Estado y todas las artimañas para conservar el poder. Hoy, el enigma es si volverá Correa como Putin al palacio… o si Jorge le jugará Barcelona…
o si, contra todo pronóstico, Lenin logrará capear el desastre económico que le deja en herencia y Correa se convertirá, como Uribe, en un caudillo obsoleto.

Suplementos digitales