Es frecuente escuchar la justificación hacia los gobiernos con formalismo democrático pero con prácticas autoritarias, que ellos han venido para castigar el sistema de partidos que gobernó por mucho tiempo con resultados negativos en América Latina. La gran pregunta es cuánto tiempo dura el castigo? Y, algo más profundo no será que estamos castigando algo malo con otro castigo? Algunos de estos gobiernos llevan más de 10 años con el discurso justificador de que venido a zurrar a los partidos y políticos que han hecho del poder la extensión de su patrimonio individual y estableciendo la corrupción un modelo de gobierno en perjuicio de muchos. Se supone que la democracia es un sistema que logra corregirse internamente a través de elecciones libres donde los ciudadanos aprueban o rechazan un gobierno determinado. La justificación sería simple si no fuera porque muchas veces estos comicios amañados y generalmente sostenidos en la misma pobreza e ignorancia que se condena en los discursos han pasado a ser el método legitimador de unos gobiernos que hacen lo mismo que los anteriores solo que con un discurso diferente
Venezuela se encuentra el domingo ante un reto singular y la retórica apocalíptica de Chávez demuestra el nerviosismo que genera la posibilidad de una derrota ante Capriles. Las amenazas de una guerra civil inminente en el caso de una derrota demuestran con claridad que “el gobierno castigador” puede estar frente al castigo en las urnas de un electorado cansado de no vivir mejor y harto de un discurso nacionalista hueco que no ha logrado reducir los índices de pésima calidad de vida de los venezolanos. Un país con 17 mil crímenes al año y con un ingreso petrolero diez veces superior al que tenía cuando asumió el actual presidente, no se ha traducido en índices que demuestren que los castigadores del sistema han logrado generar mejores condiciones de vida para los habitantes de ese castigado país. El estilo confrontacional dura el tiempo en que la sociedad logra abrir los ojos y darse cuenta que la retórica no alcanza para percibir mejores condiciones de vida. A pesar de la pobreza material, los pueblos suelen desarrollar una gran capacidad intuitiva y en un continente con predominancia de la inteligencia emocional sobre la racional, constituye un recurso que en la desesperación echan mano para deshacerse de gobiernos autoritarios y demagógicos.
El argumento de que “represento el castigo a la política tradicional” ya no es de recibo porque los pueblos perciben que estos mismos políticos encarnan similares recursos negativos con los que han venido sometiendo a la mayoría a administraciones deshonestas, corruptas e incapaces de gestionar un porvenir más venturoso. La culpa en el otro tiene límites de caducidad.