El cubano Raúl Rivero, que es, según afirma Rafael Rojas en su imprescindible ensayo ‘Tumbas sin sosiego’, “el lírico más sensible a los problemas políticos de la isla”, nació en Morón, Camagüey, en 1945. En sus crónicas y poemas ha hablado de “la dura vida habanera, con su galería de ‘jineteras’ y policías, delatores y turistas, ‘macetas’ y burócratas, pordioseros y disidentes… Una ciudad donde, entre el miedo y el hambre, la gente sabe rodearse de amor y nobleza, recuerdos e ilusiones”. Es un caso similar a los de Heberto Padilla y Reinaldo Arenas: después de haber apoyado a la revolución, Rivero se convirtió, por su espíritu de independencia y libertad, en ‘mercenario’ y ‘traidor a la patria’.
Habiéndose graduado en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana, fue uno de los creadores de la revista satírica ‘El caimán barbudo’. Entre 1973 y 1976 fue corresponsal, en Moscú, de Prensa Latina. En 1989 se separó de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. En 1991 firmó la denominada ‘Carta de los Diez’, solicitando la liberación de los presos políticos de conciencia. El mismo año abandonó el periodismo oficial porque constituye una “ficción sobre un país que no existe”. En 1995 estableció una agencia de noticias. En 2001 fue uno de los fundadores de la primera asociación de periodistas independientes de Cuba.
La dictadura castrista, pretendiendo camuflarse bajo la conmoción mundial que causó la invasión estadounidense a Irak, desató entre el 18 y el 21 de marzo de 2003 una nueva ola de represión, con la detención de setenta y cinco opositores pacíficos: bibliotecarios, economistas independientes, afiliados a asociaciones de periodistas y miembros de organizaciones civiles defensoras de los derechos humanos. En juicios sumarios, realizados apresuradamente y sin apego a las más elementales normas de un auténtico Estado de derecho, fueron acusados por la “realización de actos subversivos encaminados a afectar la independencia y la integridad territorial cubana” y condenados a penas que iban de doce a veinte y siete años de cárcel.
El poeta Raúl Rivero (la poesía siempre ha sido subversiva para los regímenes totalitarios), cuyos actos contra la “seguridad del Estado”, según el fiscal, consistieron, entre otros, en “escribir opiniones críticas contra el régimen cubano en publicaciones independientes de la isla y el exilio”, fue condenado a veinte años. Estuvo preso, durante dieciocho meses, en una celda del centro de máxima seguridad de Canaleta, Ciego de Ávila: salió de la cárcel, debido a presiones internacionales, por motivos de salud. Actualmente vive en España. En un poema del año 2002, titulado ‘Socialismo real’, había escrito: “Lo pavoroso del asunto/ no es que yo haya querido/ dar mi vida un día/ sino que ahora/ me la quieran quitar”.