Seguramente no existe en este Gobierno de miles de ‘servidores’, un ‘funcionario’ más discutido y controversial que el economista Carlos Marx Carrasco. Hay que explicar por supuesto aquella distinción entre ‘servidores’ y ‘funcionarios’. Se trata de que como el economista Rafael Correa ejerce un poder casi absoluto acaba por opacar, ‘echar sombra’ a casi todos los demás integrantes de su administración. Baste notar como prueba las decenas de ministros -y de ministras, para decirlo según la terminología oficial- que han pasado estos siete años, del todo desapercibidos, anónimos.
Pero con Carlos Marx Carrasco no ha sucedido lo mismo: posesionado del temible Servicio de Rentas Internas, SRI, después que había sido uno de los subsecretarios de Correa durante su fugaz paso por el Ministerio de Hacienda, Carrasco polarizó enseguida los criterios ciudadanos: mientras que algunos apreciaron su agria y malhumorada interpretación de las normas, otros se convirtieron en acérrimos adversarios del ‘funcionario’, pero nadie pudo permanecer indiferente: o a favor de él o en contra de él, pero nunca en actitud de neutralidad.
Los frecuentes cambios normativos favorecieron el desempeño de Carrasco; desde sus puntos de vista; él solía llamarlos ‘reformas tributarias’, aunque el nombre puede parecer excesivo, y contribuyó sin duda a la incertidumbre colectiva, cuyos efectos no son deseables en términos de beneficio general y se sienten en los magros resultados de las inversiones productivas, la apertura de indispensables puestos nuevos de trabajo y la atonía de las actividades colectivas.
Pero coincidiendo con los exámenes de conciencia que está realizando el Gobierno luego de la incuestionada derrota durante las elecciones seccionales, el ‘funcionario’ paradigmático ha sido cambiado de tareas específicas.
Ciertamente que no constituye un encargo sencillo; es más bien muy delicado y se vincula con uno de los tejidos claves del entramado social, puesto que mira hacia las relaciones entre los patronos y sus obreros.
Inclusive mediante datos cronológicos se aprecia la complejidad, ya que surgido el Código del Trabajo en plena época de la dictadura del general Alberto Enríquez Gallo, no solo demuestra que el Ecuador no ha brotado recientemente, como algunos ilusos disparatados lo han creído, sino sobre todo que desde hace varias décadas está necesitando que se lo modernice, aclare y coordine con el conjunto social que sí ha evolucionado a un cierto ritmo.
Robustecer las amarras con la justicia integral, en esta materia, constituye una tarea que aún no está hecha y que lo desafía a Carlos Marx Carrasco en el desempeño de sus flamantes obligaciones.