La carta que envió el Presidente de la República a los trabajadores del país el mes pasado, para recordarles que sin ellos no hay revolución, debía haber llegado a 7,1 millones de personas.
Esa es la población que hasta finales del año pasado se dedicaba a realizar alguna actividad productiva a cambio de una remuneración u otro beneficio.
Si la carta hubiese llegado a todos ellos, el Gobierno habría destinado unas 568 toneladas de papel para llegar con su mensaje.
¿Cuánto papel se gastó en esa misiva? Esa es una pregunta que hubiese hecho el presidente boliviano Evo Morales, quien la semana pasada, durante la Cumbre de la Celac, llamó la atención cuando cuestionó la cantidad de combustible que se destinó para movilizar a los mandatarios en la cita.
Quienes saben manejar un presupuesto familiar saben la importancia que tiene cada dólar en las finanzas.
Pero más allá del gasto en papel, que puede ir en contra de la austeridad fiscal que se requiere en época de crisis, lo cierto es que no todos los trabajadores del país recibieron la carta del Mandatario.
En el mejor de los casos, la misiva pudo haber llegado a aquellos trabajadores que tienen un empleo adecuado, es decir a los que están asegurados al IESS y ganan al menos el salario básico.
A los subempleados del país es más difícil ubicarlos porque muchos no tienen un puesto de trabajo fijo y otros laboran unos días y otros no.
Alrededor de un millón de personas están en esa situación y se quedaron sin leer la carta del Presidente.
Los que sí leyeron deben formar parte del grupo de trabajadores que tienen un empleo adecuado en el país y que suman cerca de 3,5 millones de personas.
Sin embargo, son un poco menos respecto a quienes están en la otra orilla, los que ganan menos del salario básico o trabajan menos de 40 horas a la semana. Ellos suman 3,6 millones de personas.
Los que definitivamente no recibieron la carta bordean las 360 000 personas. Ellas estaban buscando un empleo pero sin éxito.