Se lo dijimos de mil maneras pero no nos oyó. “Te van a mojar. Te van a empapar. Te van a tirar huevos. Te van a poner harina en la cabeza. Hasta tomates te han de tirar”. La única predicción que no se cumplió fue la de los tomates. Le echaron todo lo demás encima.
A este amigo se le metió en la cabeza que quería caminar dos cuadras por la mitad de los festejos de Carnaval de una población cercana a Quito, en pleno domingo de Carnaval. No era vital caminar esas dos cuadras, podía evitárselo, pero insistió en hacerlo. No oyó ninguna de nuestras razones. Se bajó del auto y caminó.
Y claro, lo siguiente fue como una tragedia griega, en la que todos conocíamos el final, pero no había manera de evitarlo. Peor aún, cuando, mojado y enharinado, volvió al auto, volvió de mal genio. Por suerte, en este caso hubo un lado cómico, pues todos reímos. Fue como tener un final feliz dentro de la tragedia. No hubo muertos ni heridos y hubo muchas bromas.
Se los dijimos de mil maneras. “Una normativa tan absurda va a ahuyentar la inversión extranjera en el país. Los inversionistas buscan seguridad y cuando se prohíbe el arbitraje en un tribunal internacional, dejan de venir”. No nos oyeron. Dogmáticamente ignoraron esos argumentos y la predicción se cumplió. En este caso no hubo excepciones.
La absurda constitución de Montecristi prohíbe que el Ecuador tenga tratados con otros países que incluyan cláusulas de arbitraje para sus inversionistas. Antes, si una empresa chilena tenía diferencias con el Estado ecuatoriano, podía recurrir a un arbitraje internacional. Lo mismo pasaba con las empresas ecuatorianas en Chile. Antes, ambos países cedían. Ahora, como somos altivos y soberanos, no cedemos ni dejamos que nos cedan. Con Chile y con 11 países más, la Corte Constitucional dijo que los tratados bilaterales de protección de inversiones son inconstitucionales.
Y claro, lo siguiente fue como una tragedia griega, en la que todos conocíamos el final, pero no había manera de evitarlo. En el primer semestre del año pasado, la inversión extranjera directa en Chile fue de 8 024 millones, en Colombia 4 115, en Perú 3 444 y en Ecuador 53. La inversión extranjera en Colombia fue 77 veces más alta que en el Ecuador. Y aquí no hay final feliz. Hay menos inversión, menos empleo y menos riqueza que distribuir.
Deben habérselo dicho de mil maneras. “No te metas al Regimiento Quito. Y si te metes, no des un discurso incendiario. No te van a dejar salir. Pueden tirarte gases lacrimógenos. Hasta pueden faltarte al respeto”. Y se cumplió.
Y lo siguiente fue una tragedia. Se metió al Regimiento, dio un discurso incendiario, le echaron gases lacrimógenos, le faltaron al respeto y por la noche había muertos en las calles y heridos en los hospitales. Y hoy hay presos y niñas que lloran.