Francamente, pues, confieso que hace algunos lustros -allá por 1960- si “jugué” carnaval con agua que era parte de la vida del Quito de ayer y lo hice también en Guaranda, la ciudad que mantiene en pie esa costumbre y cada año la presenta mejor, con agua, harina, baile, un trago de “pájaro azul”, un rico hornado y mucha alegría.
El “carnaval con agua” tuvo varios altibajos en la vida quiteña, mientras en Guaranda fue, es y seguirá siendo una fiesta que se la cultiva como un elemento importante en la vida de la ciudad de las siete colinas, enclavada entre los Andes y en la cual corre muy despacio el tiempo. Todo puede desaparecer en la tierra guarandeña menos su Taita Carnaval y su reina.
En Ambato -por citar tres ciudades con novedades carnavaleras- cambió la historia con el tremendo terremoto de 1949. Luego de que la tierra tembló, causando estragos en el sector humano y en la economía provinciana, se inauguró la “Fiesta de la Fruta y de las Flores” y pasó a la historia el carnaval con agua. Entre los personajes del evento inicial constaron la primera reina, Maruja Cobo García, y el doctor Ernesto Miño, padre de los hermanos Miño Naranjo.
Quito fue ciudad de altibajos carnavaleros. Con años diluviales y otros con tendencia a la sequía. Cuando funcionó el “carnaval con agua” hubo de todo. Globitos, harina, baldes, agresión y baile. No faltaron las campañas para que se destierre “semejante salvajismo” y los resultados tuvieron altibajos. En una ocasión, el alcalde Carlos Andrade Marín y su director de educación, Humberto Vacas Gómez, frenaron durante tres años el desenfreno carnavalero, pero, de pronto, al cuarto año volvieron los chubascos. Hasta que el juego murió por consunción. ¿Cómo así? Pues, porque Quito pasó a ser una ciudad en toda la extensión de la palabra y ya no un pueblo grande.
Sí, “jugamos” carnaval en el Quito de ayer, no lo negamos. Pero también colaboramos para bajar el nivel del juego. Venga una anécdota. Durante unos pocos años, mi esposa Tere y yo vivimos en la calle Chile, en un departamento del Colegio La Providencia, junto al diario EL COMERCIO. Un día de Carnaval, desde una ventana del segundo piso, nos atrevimos a lanzar unos pocos globitos al jefe de Últimas Noticias, César Larrea, gran enemigo del carnaval con agua, quien volvía del almuerzo. César, indignado, me llamó por teléfono y ya en la redacción me ordenó: “Escriba usted en este momento una nota contra el salvajismo carnavalero para publicarla hoy en la tarde, sin falta”. No hubo otra opción que redactar con todo entusiasmo: “Se pide a los salvajes carnavaleros que se abstengan de jugar carnaval con agua, porque es una costumbre malvada que hace quedar mal a Quito y debe desaparecer del mapa de la ciudad carita de Dios”. Fui a entregar la nota periodística tan minuciosamente redactada y don Cesitar Larrea me dijo con una sonrisa: “Solo le perdono porque yo sé que es nacido en Guaranda . Pero nunca más esas barbaridades…”.