‘O Fortuna como la Luna, variable de estado, siempre creces o decreces; ¡Que vida tan detestable! ahora oprimes, después alivias como un juego, a la pobreza y al poder derrites como al hielo”.
La tarde del sábado en Quito era gris, fría, la lluvia no paraba, pero la expectativa era enorme para ver un espectáculo muy difícil de organizar y casi imposible que se repita.
Pese a las dificultades por el clima, el público llegó puntual a la Casa de la Música y la obertura ‘Egmont’, de Ludwig van Beethoven, comenzó a tiempo. A continuación, en el bien elaborado programa, vino la ‘Danza macabra’, una de las tantas obras sublimes compuestas por Camille Saint-Saëns.
Debió ser hace 20 años que vi ‘Carmina Burana’ en algún canal cultural de televisión dirigida por el japonés Seiji Ozawa. Recuerdo muy bien el coro y la alegría de sus integrantes, en su mayoría asiáticos. Claro, el maestro Ozawa es uno de los más brillantes directores del mundo.
‘Carmina Burana’, considerada como música profana, fue estrenada por su autor, el alemán Carl Orff (1895-1982) en 1937. Se puede decir que es una cantata basada en poemas medievales y fue escrita en alemán, francés y latín. Además de la orquestación, en la cual la percusión aporta un tono dramático, los coros juegan un rol preponderante a lo largo de toda la obra.
Sincronizar todo eso no debe ser fácil, pero la ventaja fue que el desafío lo asumió el maestro Johannes Dering-Read, un experto en dirección de coros vinculado a la actividad académica y que conoce muy bien Quito a través de anteriores presentaciones culturales en otros escenarios.
El montaje de los coros debió ser lo más titánico para el maestro. Ver a un total de 400 músicos en el escenario de la Casa de la Música y durante dos días consecutivos merece la admiración de todos los que aprecian el arte musical.
El coro Vivace, por ejemplo, es un proyecto conjunto de los colegios alemanes de Quito, Cuenca y Guayaquil. Otros coros que estuvieron en escena fueron el Mozarte y el del Conservatorio Superior Nacional de Música.
El tenor-barítono Álex Rodríguez, quien además es violinista de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, tuvo una participación muy destacada en varios pasajes de la obra. El arribo al escenario de la soprano Viviana Rodríguez López fue muy bien comentado. Se destaca una voz dulce, que se suma a su elegancia y sobriedad. Pese a su juventud, la cantante lírica tiene una trayectoria muy reconocida en el país y en escenarios internacionales.
Hay que recordar que el primer acto de la obra, ‘O Fortuna’, es el más conocido, es también uno de los más emotivos que se repite al final, cuando todos los demás cantos ya calaron en el corazón de quienes aprecian la buena música; ese fue mi caso, al ver esta obra no pude evitar llorar en silencio.