Venezuela no está en crisis. Lo que vive ese país es un drama humanitario de proporciones bíblicas. A la escasez de agua y alimentos, al desempleo, la inseguridad y el colapso del sistema de salud se suma ahora otro problema inaudito: el caos monetario provocado por la hiperinflación.
En promedio, los precios se quintuplican cada doce meses en ese país. Es la tasa de inflación más alta del mundo porque Chávez –y después Maduro– decidieron financiar el déficit fiscal con dinero emitido por el Banco Central, en vez de reducir el gasto y aumentar los ingresos públicos.
Ahora los precios suben tan rápido en Venezuela que ni siquiera hay suficientes billetes para comprar una gaseosa o una barra de pan. Los periódicos cuentan que las personas ya no usan billeteras sino que llevan el dinero en fundas; y que los comercios han decidido pesar los billetes en una balanza porque contarlos toma demasiado
tiempo.
Los venezolanos usan su dinero para comprar dólares en el mercado negro y defender el poder adquisitivo de sus ingresos. Esto ha hecho que el tipo de cambio continúe subiendo sin control. (Por ejemplo, el bolívar se devaluó en 50% con respecto al dólar del mercado negro solo durante la segunda quincena de noviembre).
Incapaces de cerrar una brecha fiscal que ahora es insondable, las autoridades venezolanas han decidido hacer el ajuste monetario más salvaje del que yo tenga noticia; uno que hasta los halcones más radicales del FMI hubieran dudado en aplicar para detener la inflación y la devaluación en cualquier país.
En días pasados, el Gobierno venezolano anunció que retirará todos los billetes de 100 bolívares que se encuentran en circulación, para reemplazarlos por otros de mayor denominación. Se ordenó que el retiro de esa plata se produzca en apenas 72 horas, pero no está claro cuándo sería introducido el dinero de mayor denominación.
Economistas venezolanos han dicho que los billetes de 100 bolívares representan cuatro quintas partes de la oferta monetaria. Por tanto, esta decisión de las autoridades significa que el efectivo en manos del público caerá en 80% en solo tres días.
Por supuesto que una medida tan drástica como esa detendrá en seco la devaluación y la subida de los precios. Pero lo hará a un costo social inconmensurable. Cuando los nuevos billetes sean introducidos comenzará de nuevo el frenesí inflacionario y devaluatorio en ese país.
Las autoridades venezolanas han dicho que esta medida draconiana busca defender a su país de oscuras conspiraciones del capitalismo perverso molesto con un régimen justo y bueno como el chavismo. Ortega y Gasset ya lo dijo una vez: la maldad a veces descansa, pero la estupidez nunca…
@GFMABest