A propósito del llamado para que los habitantes de Quito elijan un nombre para el nuevo aeropuerto, recordé algunos hechos que se daban en la década de los sesenta, cuando los viajeros tenían que trasladarse hacia el exterior. Uno no iba al aeropuerto sino al “campo de aviación”. Se empleaba esa expresión, toda vez que alrededor de la terminal aérea era un campo, libre y despejado, como muchas veces el cielo de la Capital. No era difícil que en ocasiones aparecieran vacas pastando en plena pista de aterrizaje.
Obviamente que para ir al “campo de aviación” se llamaba a un “carro de plaza”, hoy conocidos como taxis. Tenía esa denominación, porque en las plazas de la ciudad, llámese de la Independencia, del Teatro, de la Marín, solían estar estacionados hasta que algún transeúnte se subía, o algún cliente requería sus servicios llamando al número de teléfono de cinco dígitos, aparato que estaba colgado de un poste. Los taxistas eran conocidos por la mayoría de quiteños. Realizaban su trabajo con diligencia y educación, no como ahora que la música ensordecedora elegida por el chofer, con un exquisito mal gusto, acompaña al pasajero. El viaje tomaba, desde el centro de Quito al “campo de aviación”, no más de 15 minutos. ¡Es que había calles como llegar!
Se viajaba de manera elegante, o como se consideraba “futre” en esa época: las damas con sombrero y vestido hasta un poco más arriba del tobillo. Los caballeros, con traje y chaleco. A los niños, se les disfrazaba ya que se les obligaba a usar corbata o falda. Las despedidas eran sobrias y sentidas. Las lágrimas vertidas eran, también, por la incertidumbre de no tener noticias “en tiempo real”, como ahora, e ignorar cómo era el pueblo al que se iba. Cuando se retornaba, concurrían al “campo de aviación” pocos parientes, ya que no toda familia tenía auto. Un fuerte abrazo lo decía todo… no como ahora con globos y flores.
Se busca nombre para el aeropuerto internacional de Quito, ¿es eso importante?
Las autoridades deberían preocuparse de cómo se llegará a la terminal aérea. No hay rutas acorde al movimiento de pasajeros y carga que tendrá el aeropuerto. No existen los servicios ni la infraestructura que requiere la zona donde se construye la terminal de Quito.
Tal como van las cosas, ni en “carro de plaza” se podrá llegar al nuevo “campo de aviación”. En pocas palabras, se tendrá un aeropuerto de última generación, pero su acceso se lo realizará empleando tecnología de inicios del siglo pasado: a lomo de burro.
Por lo que los “carros de plaza” se quedarán estacionados hasta que la eficiente y ágil administración municipal, decida acelerar los trabajos en las vías de acceso a Tababela.
Quito aislada de su moderno “campo de aviación”.