Al menos en Quito, hasta estos días, la campaña electoral ha sido extraña, anodina. Sin apasionamientos ni novedades. La gente ve los toros de lejos, esperando resignada resultados predecibles. Otros temas políticos han levantado la preocupación y los ánimos de la gente: la sanción a Bonil y el levantamiento de los médicos.
Sin embargo, los casos señalados han incidido en una parte del electorado quiteño. Han sido tan mal manejados por el oficialismo, que han revelado la enorme fragilidad de las libertades reforzando el miedo y la “indiferencia” de la gente; pero al mismo tiempo han levantado resistencias y adhesiones hacia Bonil y a los médicos, que dicho sea de paso enfrentaron la crisis con dignidad, inteligencia y humor. El perdedor de todo esto fue un tercero, que no estaba en la discordia, quien hacia sus adentros podría pensar: “Con esos amigos…”.
A pesar de estos incidentes, la campaña sigue sin ánimo, sin propuestas novedosas, chispeantes e inteligentes. No vienen ni de los políticos peor de la sociedad civil. Ni las críticas tienen ingenio ni profundidad. Nadie ha puesto a soñar a los quiteños. La ilusión está dormida.
Estamos apagados desde hace rato. Y ese no es solo un problema de los candidatos. Es de todos. Es consecuencia del sistema político asfixiante que carcome el espíritu, que deja cada vez menos espacios para el diálogo, la disputa informada y la creatividad que por fortuna todavía se expresan en las redes sociales, a las que desafortunadamente están integrados pocos segmentos de la población.
Nos hemos quedado monotemáticos alrededor del metro. Nos hace falta discutir sobre un proyecto de ciudad: ¿cuál el Quito del 2070 para tomar las respectivas decisiones hoy, el 2014? Y tantos otros temas… Sin embargo, en coherencia con esta perspectiva estratégica, aprovechando de la campaña debería posicionarse un compromiso de ejecución inmediata: arrancar la construcción colectiva del Estatuto Autonómico de Quito, el que además de ser mandato constitucional, es un gran pretexto para descubrir nuestra ciudad y proyectarla al futuro.
De todas formas, la convocatoria a mirar el mañana no es suficiente para sacudir el alma. Debemos procesar con serenidad el agobiante presente y sobre todo recuperar el pasado: el patrimonio más grande de Quito: el espíritu de rebeldía y de libertad que nos viene de tantas luchas desde la Colonia hasta nuestros días. Las revoluciones de las alcabalas y estancos, el grito de independencia y las movilizaciones, protestas y levantamientos por los derechos y la democracia en el siglo XX.
La ilusión está dormida… ¿Quién la despierta?… ¡Nosotros mismos!… los de a pie… debemos autoconvocarnos para hablar, conversar y proponer. Un manifiesto a los candidatos desde la sociedad civil circulará estos días… Al fin algo.