Ir de paseo, en excursión, caminatas. En inglés se traduce como ‘rambling’. En plural es el nombre de un programa radial de la BBC que se transmite los sábados a las seis de la mañana. Su última serie concluyó la semana pasada, hasta la siguiente primavera. No suelo estar despierto los sábados tan temprano, pero, cuando lo hago, prendo enseguida la radio para escuchar Ramblings.
Si las sociedades se definen por las formas como se divierten, para conocer a los británicos hay que apreciar su gusto por salir de caminata. Es en muchas familias un programa de rigor los domingos, después del almuerzo.
Uno de mis primeros deleites con este pasatiempo fue en un villorrio rural. La lluvia no fue impedimento para que mis anfitriones nos invitaran a caminar.
Al salir, todos se pusieron botas de goma -conocidas como wellies, popularizadas por el Duque de Wellington y adoptadas por la aristocracia en el siglo XIX, hoy especie de uniforme de las clases medias-. Y se cubrieron con unas chaquetas enceradas, las barbours, también parte del uniforme. Yo regresé de la caminata empapado y con mis zapatos de cuero llenos de barro.
Escucho Ramblings bajo techo, claro. Me parece un programa fascinante, que tiene el reto de transmitir radialmente unas excursiones cuyos encantos solo podrían gozarse de veras en persona, o quizás a través de las imágenes visuales del cine y la fotografía. Pero el trabajo de la BBC es aquí extraordinario, y nos abre el apetito para caminar. El último programa de Ramblings siguió a dos guardabosques voluntarios en el camino de South Downs, desde Winchester hasta el pueblo costero de Eastbourne. Se abrió al público oficialmente en 1972, pero el camino es milenario y su historia está vinculada a una larga campaña para extender las rutas de los caminantes, servidumbres de paso.
Hay variedad de caminos y de caminantes, con sus diferentes motivos para salir de excursión. Los presentadores de Ramblings han acompañado a poetas en rutas que sirvieron de inspiración a sus mejores versos, a taxidermistas amantes de su oficio, a personas que recuerdan los caminos de su niñez, a grupos de lectura que aprovechan el paseo para conversar sobre libros, o a los miembros del Wee Binnians, un club de caminantes establecido hace algunos años en Irlanda del Norte.
Aquellos guardabosques voluntarios en el South Downs Way se ocupan, una vez al mes, de preservar limpias las rutas, cortar setos, cuidar las cercas y de observar cambios en la flora y la fauna del camino.
Por supuesto que la Gran Bretaña no es el único país donde las rutas de caminantes se han establecido como un bien público para disfrutarlo con seguridad.
El Camí de Cavalls, en Menorca, ofrece la oportunidad de recorrer a pie o en bicicleta esta hermosa isla. Una guía para los caminantes sugiere hacerlo en veinte etapas, en diez días para los incansables. Mejor ir a paso lento. La ruta entre Es Grau, un pueblo de pescadores, y Favaritx, un faro, es espectacular, con senderos entre bosques que se abren de pronto hacia fantásticas vistas del mar.
“Caminante, no hay camino, se hace el camino al andar”, dice el verso de Machado, popularizado en el canto de Joan Manuel Serrat. Un mensaje sublime, pero engañoso y de posibles penurias.