Breves notas de prensa, básicamente de agencias internacionales de noticias, informaron esta semana que Camila Vallejo –la estudiante chilena de geografía que lideró las protestas para exigir reformas al sistema educativo de su país– estuvo de visita en Quito, invitada por el Gobierno de la ‘Revolución ciudadana’.
La noticia llamó mi atención porque Camila no es una revolucionaria sino, más bien, una reformista, es decir alguien que cree en las leyes y en las instituciones de su país y empuja su agenda política utilizando aquellas instancias democráticas.
Su historia llamó mi atención desde que, a finales del año pasado, el vocalista principal de Franz Ferdinand –un grupo escocés de rock– dijera públicamente que estaba enamorado de ella. Era la época de las marchas contra el gobierno de Piñera, en las que miles de colegiales y universitarios chilenos pedían más becas y mejores condiciones para financiar sus estudios.
Comencé a seguirla en Twitter y a escuchar sus intervenciones en Youtube y entendí las razones de aquella confesión rockera: Camila no sólo es una chica guapa, de facciones dulces y ojos claros, sino también una inteligente líder estudiantil muy bien enterada de los problemas que sufre el sistema educativo de su país.
Su retórica no es demogógica ni inflamada. En las entrevistas que pude ver, siempre habló con tono reposado y sobre todo exponiendo argumentos y razones. Vallejo quiere que haya educación gratuita para los estudiantes que entren a la universidad en los tres primeros quintiles del examen de ingreso. Quiere, también, que el sistema de educación pública primaria y secundaria tenga más dinero para funcionar.
Recuerdo haber escuchado con admiración –y no sin cierta evidia– cómo los distintos sectores de la sociedad chilena se involucraban en aquel debate planteado por Camila, presentando nuevos argumentos y críticas –unas más válidas que otras– pero siempre alejados del discurso ideologizado y de barricada que prima acá en Ecuador.
Camila es afiliada al Partido Comunista. Sospecho que lo hizo por amor filial –su padre, un actor de teatro y TV, milita en aquel partido– antes que por convicción política, pues siempre ha cuidado de no alinearse con los regímenes de Castro o Chávez. “Sólo porque soy comunista no significa que defienda al régimen cubano”, dijo.
La visita más bien discreta y poco publicitada de Camila Vallejo al país me hace pensar que los propagandistas del Gobierno no pudieron sacar mayor tajada de sus declaraciones. Hubiese sido mejor que Camila hubiera tomado contacto con estudiantes ecuatorianos para que intercambien experiencias de lo que significa involucrarse en política y ejercerla sin odios ni sectarismos, sino con argumentos y sentido común.