Fiel a su estilo, sin grandilocuencia ni declaraciones olímpicas, el presidente Lenín Moreno dijo en su discurso inaugural cómo concibe el ejercicio del poder y dónde están los cambios prometidos durante la campaña electoral.
Después de unas frases comedidas respecto del pasado, su discurso empezó cuando dijo: ha concluido una etapa y empieza otra, desde hoy ha empezado el futuro. No hubo referencias a las 12 revoluciones del partido ni a los tres tomos del ex presidente; debemos concluir que son parte del pasado.
Habló de un gobierno volcado a lo social porque mencionó el programa toda una vida; de la educación con libertad para elegir la carrera universitaria y escuelas campesinas cercanas a la vivienda; de la eliminación de la pobreza extrema subiendo el bono hasta 150 dólares; de multiplicar la misión Eugenio Espejo, de la vivienda sin costo, de la atención a los ancianos, de una minga nacional para pagar la deuda con los campesinos.
El único tema al que le puso cifras fue el de la vivienda, 350 000 viviendas de las cuales 191 000 serán entregadas sin costo a los más pobres y crearán 136 000 empleos. Habló de un gobierno de diálogo y consenso con los empresarios, con los trabajadores, con los militares, con los campesinos; que no se tratará nada sobre los ciudadanos sin los ciudadanos.
Proclamó que el diálogo presupone la libertad de expresión y está vacío de prejuicios y rencores; habló de un gobierno que aceptará la crítica constructiva y la oposición respetuosa, de un gobierno transparente que mantendrá informada a la ciudadanía de manera veraz y oportuna.
Habló de un frente nacional público y privado para combatir la corrupción. Prometió la publicación de la nómina completa de corruptos señalados en la lista de Odebrecht y una investigación judicial independiente y transparente.
Después del discurso de Lenín ya saben a qué atenerse sus colaboradores, los que vienen de la revolución ciudadana y los nuevos. No ocultó los contrastes con el pasado: contra ideología que impone las decisiones, acción que construye la ideología; contra sabatinas, información y transparencia; contra vanidad y culto a la personalidad, un presidente que pase casi desapercibido pero haga funcionar al gobierno; contra ambigüedad, claridad y nitidez: “no habrá moneda paralela, vamos a sostener la dolarización”.
Si no hemos decodificado erróneamente el mensaje, el gabinete durará poco, será un gabinete puente; puente sobre el que pasarán quienes van a construir el gobierno de Lenín Moreno. En la despedida hubo algo de cursilería y muchas lágrimas, pero Lenin convocó a la alegría y tomó, de una anécdota, la frase que hace honor a su personalidad, a su humor, a su compromiso con la libertad de expresión: “la República no se perderá porque el pueblo se ría del gobernante; se perderá cuando el gobernante se ría del pueblo”.