Cada día los ecuatorianos constatan que la concentración del poder, con sus abusos y con la corrupción generalizada, no fueron hechos excepcionales, sino un sistema creado expresamente.
Muchas leyes fueron cambiadas para ello, también la organización administrativa y se escogió personas predispuestas para todo.
Mal se puede solo legalmente borrar este sistema, exige que se construya la causa colectiva de por qué no era admisible el sistema, crear partes de una cultura que impida que se repita, buscar además una causa para otro sistema positivo que presente un ideal.
Lo fundamental de estos sistemas es que no solamente son un juego de la élite en el poder, sino que la sociedad es parte del juego, lo consintió o no quiso verlo, aún más cuando hay cierta libertad de competencia política. Este sistema termina penetrando en la vida colectiva, en las organizaciones, en el colectivo mismo y a partir de ahí también incide directamente en la vida privada de cada cual.
Hay una interesante novela del egipcio Aláa al-Aswany, Edificio Yacubian, que es muy reveladora de las transformaciones que la sociedad va viviendo con estos regímenes políticos. Presenta la evolución de la vida en un edificio moderno en los años 40, el gran quiebre con la llegada de Nasser y su transformación hasta los noventa. Los personajes que transitan van de la elite adinerada al inicio, a las nuevas clases medias después, y al sector popular y pobre que se disputa unos metros de la azotea, para tener un cuartito.
La vida y pasión de varios de ellos personifica la evolución de la sociedad egipcia. Al buscar cada cual cómo mejorar sus condiciones de vida, debe hacer frente a un sistema colectivo social, al estado, a la policía, al ejército y a la corrupción diaria, a la represión o a las prebendas para tener protección. El ciudadano se vuelve más indefenso que antes. El grupo del poder tiene sus ejecutores, funcionarios, policía y ejército, cada cual busca aprovecharse del ciudadano, lo vuelve más indefenso y distante del Estado, desconfía de todos los políticos.
La justicia donde funciona con independencia, aplica la ley y la derechos, funciona como protección de la persona. Cuando es instrumento del poder y de la corrupción se convierte en amenaza. Es instrumento de los que tienen dinero, alimenta así la desigualdad social. A la postre se desconfiará del vecino, la desconfianza se establece en los adentros. Esa desconfianza refuerza la creencia. Por eso, el islamismo conservador integrista se vuelve alternativa social sin serlo.
El autoritarismo lleva a la despolitización de la sociedad. A eso llevaba el “confíen en mí” de Correa con todo el sistema de imposición. Este proyecto se lo presentó como revolucionario, no fue una sociedad participativa y democrática sin caudillos o mesías que la aniquilan.