Un cálido aroma, como el del buen café. Así están resultando las palabras y los gestos del papa Francisco, más atento a los signos que a los discursos. La verdad es que cuando lo oigo y lo veo me siento a gusto. El preconiza una Iglesia más descalza, más austera, en la que nadie muestre hambre de dignidades ni privilegios, más bien servidora y atenta, compañera de caminos, alegrías, dolores y esperanzas.
Yo creo que nuestra Iglesia, muchas veces tentada de poder y encorsetada por los intereses de la mundanidad, necesita de muchos franciscos. Por eso, mi oración de este tiempo: que el poder de la Iglesia sea su vocación y su capacidad de servir al pueblo de Dios; que salgamos de nuestros refugios parroquiales y curiales y busquemos a los jóvenes y a los pobres, a los que sufren y viven a la intemperie, a fin de comunicarles la misericordia de nuestro Dios.
La Iglesia, según Francisco, deberá ser la casa de la misericordia y del perdón, siempre abierta a todos. Quedan atrás expresiones excluyentes como aquella de que “fuera de la Iglesia no hay salvación”. ¿Recuerdan las palabras del Papa a los periodistas que cubrieron el inicio de su pontificado?: “Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia Católica, otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio a cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios. Que Dios los bendiga”.
Es la voz tierna de la Iglesia según Francisco. Él es un hombre mayor y reservado en sus expresiones gestuales, pero a nadie le ha interesado eso, porque su estilo es como un viento fresco para la humanidad acostumbrada al glamour, al poder y a la tecnocracia. En estos años hemos reflexionado mucho sobre la nueva evangelización… Faltaba que alguien con suficiente autoridad nos hiciera aterrizar y encarnar las palabras recordándonos, en un claro ambiente familiar, que lo fundamental en la vida y en la fe son siempre las relaciones. Me lo recordaba una linda monja que trabaja a favor de la vida, metida en la espesura de la selva amazónica: “Somos nadie frente a los intereses del mundo, pero los pobres saben que si permanecemos a su lado, Dios los ama”.
Quizá muchos piensen que a las palabras de la joven monja le sobra poesía y le falta realismo. Si así fuera, hace ya tiempo que la hubiera dominado el cansancio y abandonado la misión. Estas son las grandes tentaciones del momento: ceder al cansancio y abandonar la tarea. Francisco nos recuerda que hay que permanecer en paz en medio de la lucha diaria.
Hay muchas maneras de ver las cosas. En este tema la diferencia la marca la fe. Nadie daba un centavo por la candidatura de Bergoglio. Los periodistas son expertos en hacer quinielas que nunca aciertan. Y es que al Papa no lo eligen los periodistas, sino los cardenales, atentos a las mociones del Espíritu Santo. La fe marca la elección, las palabras, los gestos, las relaciones… y garantiza, en este caso, el cálido y suave aroma de un hombre que tiene la mirada puesta en Dios y los pies sobre la tierra .