Los lamentables acontecimientos en Japón han volcado, y con justa razón, los ojos del mundo hacia ese país y ese pueblo duramente castigados por la naturaleza, pero este desvío de la atención mundial ha sido aprovechado por el déspota libio para redoblar su sanguinario avance y recuperar porciones de territorio que habían sido conquistadas por los rebeldes reformistas.
¿Caerá Gadafi? Es difícil de contestar. Analistas sostienen que posee recursos suficientes para mantenerse en el poder. Cuenta con dos brigadas de tierra perfectamente funcionales y con soldados muy fieles al coronel.
Además, y mientras no se ponga en práctica la decisión de la Liga Árabe de implantar una zona de exclusión aérea sobre Libia, cuenta con suficientes aviones y helicópteros para no ceder espacio en el oeste y más bien recuperar amplias zonas del este del país.
El tiempo avanza y eso es precisamente lo que quiere Gadafi, ganar tiempo y se corre el alto riesgo de llegar al final de esta encrucijada con la sensación de que fue, simplemente, un buen intento para derrocar un Régimen sanguinario y dictatorial con su corte de opereta.
¿Qué pasa si cae Gadafi? Durante 42 años el déspota ha hecho lo que los déspotas saben hacer, ser el supremo poder y decir que hace por su pueblo lo que él considera que es lo mejor para el pueblo, no hay ninguna institución exceptuando su sistema represor y uno de los ejércitos mas poderosos del norte de África.
Si Gadafi cae, no hay instituciones en ese país y habrá que comenzar de cero. A escala internacional se suponen consecuencias ya que, cierto o no, su reiterado discurso frente a la comunidad internacional ha sido la de venderse como un verdadero benefactor de Occidente, poniendo a Libia como clave en la paz de la región y el mundo entero ya que, según él, juega un papel determinante para contener la propagación de Al Qaeda y evitar oleadas de inmigrantes subsaharianos hacia las costas de Francia, Italia y España.
Todo comenzó con la muerte de un vendedor de frutas en Túnez, y sin pedir permiso a las potencias y por su propia iniciativa, sin pasar por la aprobación religiosa, vienen vientos reformistas desde Marruecos hasta Bahréin.
De hecho, los gobernantes de Arabia Saudita, Jordania, Marruecos y Argelia se han apresurado en hacer reformas e incrementar salarios, con el fin de evitar la suerte que han corrido los gobiernos de Túnez y Egipto.
El camino está lleno de dificultades y sinsabores, especialmente si los rebeldes no cuentan con líderes fuertes y heredan estados desinstitucionalizados en donde todo está por hacerse.
Libia está entre que sí y que no, pero la llama de la libertad se propaga y los países que hace décadas lograron su soberanía en este momento, están luchando por lograr la democracia.