En busca de un cementerio…

Y pensar que existen ecuatorianos, con la consideración que se merecen, que creen que está bien que se silencie a la prensa, que se la persiga y se impida su tarea, sin reparar que finalmente serán ellos los perjudicados. Hay que respetar todas las opiniones, pero es bueno reflexionar y pedirles cordialmente que hagan lo que deseen pero debidamente informados y con cabal conocimiento de causa. Nada más. No solo impulsados por propaganda oficial o discursos insultantes.

¿Estarían de acuerdo con el silenciamiento general en donde nadie pueda chistar, salvo los que están en el poder, especialmente de quienes opinan diferente? ¿Acaso quieren solo la versión única, sin opción a nada más? La diversidad y la tolerancia son expresiones de democracia y eso no hay. El valor de las libertades no es exclusivo del ejercicio periodístico sino que pertenece a los ciudadanos, afectados en su libre accionar si discrepan o están en desacuerdo.

No se puede rehuir responsabilidades y hacer autocrítica del ejercicio periodístico. Debe partirse del reconocimiento del déficit de la presencia ciudadana en medios. Como toda tarea humana, de cualquier profesión, está sujeta a equivocaciones y cuando se producen tiene que reconocerse oportunamente, pedir disculpas y rectificar. Tampoco se puede desconocer que, al igual que en todos los sectores, también existen yerros, arrogancia y falta de preparación, pero no es la regla general, como se pretende meter en un solo saco a los que se atreven a señalar hechos, irregularidades y actos de corrupción, que ocurren en las sociedades y gobiernos. El hecho de que existan errores no puede negar el valioso aporte del periodismo al país ni borrar el derecho al libre flujo de información, investigación y opinión, amparados en la Constitución y la Carta Universal de DD.HH. y paralelamente el compromiso de mejorar el trabajo profesional.

¿Se acepta sin reflexión ni pensamiento crítico, que se proclama en el discurso oficial, una sociedad silente que no hable sino que solo aplauda a favor del poder y si tiene reparos que se silencie por miedo? Se quiere un país cementerio, en donde nadie hable, se oponga o discrepe? Acaso hay que tocar fondo y vivir experiencias de miedo, terror y persecución como la España de Franco, Chile de Pinochet, Perú de Fujimori, Libia de Gadafi para luego reaccionar cuando ya no existan garantías ni libertades?

Solo cuando se pierde se valora y luego se extraña. Cuando alguien o algo ha muerto, muerto está y su espacio es el cementerio o la dispersión de las cenizas. ¿Se quiere una comunidad viva pero que habite muerta en el pensamiento, sin ideas contrarias ni divergentes, como debe ser el reflejo de una sociedad pluralista y tolerante? Ojala volviera la cordura y tolerancia y se trabaje en acuerdos, todos por el bien común.

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