En el PSOE de España acaba de producirse un remezón debido a que su secretario general, Pedro Sánchez, ha desplazado de todas las opciones para encabezar las elecciones autonómicas al líder de la organización socialista madrileña Tomás Gómez, quién ha sido cuestionado por investigaciones de la Policía y la Fiscalía por supuestos sobreprecios en un contrato que suscribió cuando era Alcalde del Municipio de Parla, una ciudad a aproximadamente a 16 km de Madrid.
Por sobre las simpatías o antipatías que pueden existir sobre un determinado partido político, hay que resaltar hechos que merecen destacarse en la medida que apuntan en la dirección correcta. Más allá de los posibles cálculos que realizarán en estos momentos críticos para los partidos tradicionales, acechados por la amenaza del populismo rampante, es así como deben proceder los verdaderos líderes. Si un potencial candidato es salpicado por un escándalo tiene que dar un paso al costado para ejercitar su defensa, sin afectar a la organización que lo postula. De igual forma en aquellos casos en que los funcionarios se ven comprometidos con denuncias incómodas que pueden distorsionar la imagen de los gobiernos a los que se pertenecen, por el propio bien de esas administraciones deben apartarse de los cargos para realizar sus descargos correspondientes, sin aferrarse a posiciones por interés personal, a fin de evitar que ese tufillo despreciable de la corrupción lo invada todo, creando sospechas sobre las pretensiones de usar las maquinarias estatales para construir impunidad.
La política, aún cuando sea una quimera, debe ejercitarse con el mayor apego a la ética. Es la única forma de crear una sociedad justa, en la que quienes ejercen transitoriamente funciones públicas, por convicción, actúen sirviendo a sus electores descartando atajos reñidos con la ley para su beneficio propio o de su entorno. Sobre ellos no deben recaer sospechas de ninguna clase. Y producido o generado un hecho que alarme a los ciudadanos, sin distingos e inmediatamente deben ponerse en conocimiento de las autoridades competentes para su esclarecimiento o sanción, si es el caso.
Contrariar este principio básico ha llevado precisamente al descrédito de la política y de los políticos, de toda especie. Los votantes perciben que los cargos de elección popular muchas veces se buscan no precisamente para servir a las comunidades.
De ahí que es importante destacar esta clase de gestos provengan de donde provengan, sin caer en la ingenuidad que en los mismos no existan propósitos políticos, pero si aquellos sirven para reorientar el accionar de lo político bienvenidos sean. También es importante no caer en la tentación de meter a todos en el mismo saco. Basta mirar a líderespolíticos del país y de otros lugares del continente, de distintas tendencias, ahora retirados que viven una vida austera, señal que su paso por el poder fue con verdadera vocación de servicio. Sin duda un elemento que se debe considerar en tiempos que el envanecimiento por propia boca está de moda.
mteran@elcomercio.org