Calles congestionadas con autos nuevos, centros comerciales llenos, restaurantes donde es difícil encontrar una mesa libre. Las apariencias dirían que la economía está bien. Pero el Banco Central, en sus cifras de crecimiento, dice lo contrario.
Según el Banco Central del Ecuador (BCE), la economía ecuatoriana creció el año pasado al 3,6%, el segundo peor crecimiento en América del Sur (solo estamos delante de Venezuela). Y el año 2009, el crecimiento fue virtualmente cero. Así que el crecimiento promedio de los dos años pasados llega a un pobre 1,9% (con las justas algo más que el crecimiento de la población).
Cuando se habla del “crecimiento de la economía”, se está hablando del crecimiento del PIB, es decir de la producción del país. Por lo tanto, cuando se dice que la economía creció 3,6%, significa que los bienes y servicios producidos en el país en el 2010 fueron solo levemente superiores a los producidos un año antes (obviamente, todo esto es ya descontando la inflación).
Pero un país con un crecimiento tan bajo no puede ser el exuberante emporio consumista en el que nos hemos convertido últimamente. ¿Cómo entonces reconciliar las cifras del BCE con lo que se ve en la calle?
El mismo BCE reporta que el consumo en el país creció al 8% en el 2010, es decir, lo consumido por las familias ecuatorianas en ese año fue bastante más que en el 2009. Ese crecimiento es mucho más consistente con lo que se ve y se siente en el país.
Por lo tanto, estamos consumiendo bastante, mientras que estamos produciendo poco. Más exactamente, el consumo está creciendo rápido (8%), mientras que la producción local está creciendo lento (3,6%).
Esa fuerte demanda por bienes de consumo viene de un alto gasto público que, además, no para de crecer. El primer trimestre de este año, según cifras del Observatorio de Política Fiscal, el Gobierno aumentó su gasto en 45% (frente al primer trimestre del 2009). Con un impulso así, cualquier muerto resucita.
Pero, como el gobierno ha desincentivado la inversión privada, la producción está estancada. De esa manera tenemos una fuerte demanda, pero una pobre producción local y para equilibrarlas el país se ve obligado a importar cada vez más. Es trágico, pero el enorme y creciente gasto público se nos está yendo a las importaciones, creando empleo en China, India o Colombia, pero no aquí.
Finalmente, todo esto es como estar en una muy buena farra. Una gran farra financiada por el astronómico precio del petróleo. El peligro aquí es excederse porque el chuchaqui posterior peor será. Cualquiera que dude de esto que revise los horribles ajustes de los 80 luego de los alegres 70. En realidad, la farra de los 70 produjo el chuchaqui de las dos décadas perdidas que le sucedieron.