No puede haber ningún europeo apasionado que sienta que la decisión del pueblo británico de abandonar la Unión Europea no le afecta. Pese a que la decisión haya sido tomada con una mayoría muy ajustada, en un sistema democrático tenemos que respetarla. El hecho de que, a nivel emocional, muchas personas en el Reino Unido sigan sin aceptarla, es un asunto muy distinto. No cabe duda de que el cerrar la brecha que apareció dentro del pueblo británico ante el referendo sobre el Brexit será una tarea sumamente importante para el gobierno británico actual y los gobiernos futuros si quieren evitar que la unión británica termine erosionándose.
Aunque sea una casualidad histórica que la solicitud formal de salida haya llegado a Bruselas casi exactamente el día del 60 aniversario de la fundación de la Comunidad Económica Europea (la antecesora de la UE), esa coincidencia tiene un alto valor simbólico: para la Unión Europea es el inicio de una nueva etapa de su historia que fue un éxito durante décadas. Sin embargo, la carta de renuncia británica también sirve de impulsora importante. La Unión Europea necesita reformas y que quedan grandes retos por superar, como el creciente desempleo juvenil, la crisis de la deuda, la cuestión migratoria, la seguridad interna y externa. El éxito de la Unión Europea (y su subsistencia a largo plazo) no será definido por la membresía de Gran Bretaña, sino por su capacidad de superar esos retos de manera conjunta, efectiva y sostenible.
Nuevas formas flexibles y eficaces de cooperar dentro y fuera de la Unión Europea pueden incluso complementar su trabajo habitual. Y es aquí donde Gran Bretaña puede volver a desempeñar un papel importante. Si bien ese país ya no formará parte de la Unión Europea a partir del año 2019, seguirá siendo un país europeo, por lo que sería un error de proporciones históricas querer “castigar” y aislar a los británicos por su decisión. Los europeos continentales tienen que considerar el contexto histórico de esa decisión para comprender que, ya desde la pérdida de sus posesiones continentales hace cientos de años, los dirigentes británicos en su mayoría no han pensado ni sentido de la misma forma que los del continente. No obstante, los británicos fueron socios fundamentales de la Europa continental a lo largo de los siglos. Esto no tiene por qué cambiar. Sobre todo en seguridad interna y externa, la cooperación entre la Unión Europea y Gran Bretaña se volverá aún más significativa. Las relaciones económicas entre las Islas Británicas y el continente tienen que continuar desarrollándose sin obstáculos para que no haya una situación “lose-lose” de la que nadie sale ganando.
Con buena voluntad y respeto mutuo puede crecer algo nuevo que beneficie a ambas partes y que asegure la cooperación continua aunque sea bajo auspicios distintos.
Joachim Ernst von Marschall
Columnista invitado