Víctor Borja Terán
Columnista invitado
Los legisladores y los gremios empresariales y de trabajadores debaten intensamente sobre las reformas laborales enviadas por el Presidente para optimizar el empleo. Las observaciones son válidas, pero se tornan inútiles si determinadas personas buscan enfrentar a unos contra otros, al trabajo contra el capital o criticar por el solo afán de hacerlo.
Este entorno nos hace pensar en lo bueno que sería si el gobierno y los asambleístas de mayoría, sintonizados con el pensamiento de los ecuatorianos, aceptaran la existencia de una crisis económica que afecta gravemente al empleo y buscaran soluciones más allá de la coyuntura. Hay que partir del lamentable hecho de que, en un momento de euforia pasajera, determinados legisladores y sectores sociales eliminaron alegremente algunas disposiciones del Código del Trabajo que permitían a los empleadores contratar más trabajadores. Ejemplo: el contrato de plazo fijo y el trabajo por horas. El inveterado e ineficiente control de la autoridad y la satanización a ultranza de la llamada “flexibilización laboral”, impidieron la expedición de leyes que, con equidad, generen nuevas alternativas de trabajo. Cierto es que los derechos de los trabajadores son intangibles, pero la norma constitucional no puede ser absoluta al extremo de impedir que se pueda acceder al trabajo fácilmente y disminuir la crisis de empleo seguro que es evidente. Un buen número de desempleados podría en este mismo instante prestar sus servicios por horas, para, al menos de esta manera, mitigar sus necesidades básicas.
Los gremios empresariales han solicitado recurrentemente que las discusiones parlamentarias apunten a expedir leyes para mejorar la productividad de la mano de obra, esto es la relación entre la producción generada y las horas de trabajo invertidas. Se han presentado estudios relativos al monto de los sueldos y salarios frente al rendimiento. Poca atención han tenido estas observaciones y al amparo de la irreflexiva satanización de la flexibilidad laboral se han soslayado alternativas de empleo productivo. El ministro de finanzas Lou Jiwei de la China comunista acoge entusiasta la flexibilización laboral. En esta línea de pensamiento, es imperativo que los legisladores inicien una campaña para que mejore en los trabajadores el espíritu de empresa, descartando la idea de que el proyecto lesiona derechos laborales. Es imprescindible el trabajo en equipo para buscar y alcanzar un razonable equilibrio entre la productividad, la remuneración y la vida personal de cada uno.
La coyuntura de crisis es ocasión para que la Asamblea y el gobierno impulsen la creación de centros privados de enseñanza de adultos. La desocupación será menor si nuestros trabajadores dan parte de su tiempo a mejorar habilidades y competencias.