Como uno de los supuestos principales blancos del control cibernético estadounidense, Brasil intenta desentrañar una trama de espionaje de tecnología de última generación con recursos artesanales similares a los descritos en las novelas del inglés John le Carré.
El experto brasileño en asuntos internacionales Marcos Azambuja dijo a IPS estar sorprendido por el alcance de la operación de espionaje de Washington sobre Brasil, revelada por el diario local O Globo a partir de informaciones del excontratista de inteligencia estadounidense Edward Snowden.
“Hay violaciones a la privacidad e intervención en comunicaciones telefónicas, telegráficas, de correos electrónicos, y son tan vastas y tan invasivas que es difícil encontrar algún paralelo en el pasado”, advirtió. “Antes, el espionaje tenía un blanco determinado.
Era casi una actividad artesanal y se actuaba ante sospechas”, recordó Azambuja, quien entre 1989 y el 2003 sirvió al país como jefe de la delegación para temas de desarme y derechos humanos ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Ginebra, secretario general de la Cancillería y Embajador en Argentina y en Francia.”Pero ahora, las novelas de Le Carré parecen escritas en la Edad Media.
Estamos ante un cambio cualitativo y cuantitativo del espionaje”, comparó. Ante la extremada gravedad de lo descubierto, el Gobierno de Brasil y los del resto de los países sudamericanos reaccionaron airadamente. Brasilia pidió explicaciones al embajador de Estados Unidos en este país, Thomas Shannon, e inició investigaciones para determinar la complicidad de las empresas de telecomunicaciones en su propio territorio.
También informó que promoverá en ámbitos internacionales el perfeccionamiento de las reglas multilaterales sobre la seguridad de las telecomunicaciones y presentará en la ONU iniciativas “con el objetivo de prohibir abusos e impedir la invasión de la privacidad de usuarios de las redes virtuales” y la soberanía.
Todo parece poco, como admitió el propio ministro de Defensa, Celso Amorim, al ser interpelado por el Parlamento. En defensa cibernética, este país aún “está en la infancia”, afirmó. El presupuesto para el área este año es de menos de USD 44 millones, un cuarto de lo que destina Gran Bretaña.
Los documentos divulgados por O Globo indican que en la última década la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) y empresas extranjeras instaladas en Brasil vigilaron a personas residentes o en tránsito. En enero, Brasil quedó apenas atrás de Estados Unidos, con 2 300 millones de telefonemas y correos electrónicos vigilados, a través de por lo menos tres programas de computación, ubicándose así como uno de los blancos de espionaje preferidos por Washington, equiparable a China, Rusia, Irán y Pakistán, todos “más problemáticos” para la potencia del Norte.
Asimismo y por lo menos hasta 2002, se afirma que Brasilia fue una base de espionaje por satélite de la NSA y de su par, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), un “privilegio” de apenas otros 15 centros mundiales de ese tipo y la única en América del Sur, aunque también se habría rastreado a sus vecinos.
“Estoy sorprendido con esta jerarquización de Brasil, que es marginal en la lucha antiterrorista”, apuntó Azambuja. Solo está el asunto de la llamada Triple Frontera, la zona compartida por Brasil, Argentina y Paraguay que siempre preocupa a Washington por la supuesta presencia de grupos islámicos, negada sistemáticamente.