Si el Gobierno había tenido un verdadero éxito en estos siete años, este había sido la progresiva y simultáneamente silenciosa y ruidosa demolición de todas las instancias ciudadanas. No solo se deshizo de periodistas que le implicaban un dolor de cabeza, sino que paso a paso -con su acción y omisión- logró que la sociedad civil organizada se volviera cada vez más minúscula.
Con el Decreto 16 se consagró el control sobre las organizaciones no gubernamentales que ahora están bajo el ojo de un leviathan que no tolera espacios ciudadanos de movilización y articulación de iniciativas que pudieran ir a contracorriente de la política gubernamental.
Esa es quizá la mayor contradicción que lleva el oficialismo en su interior. El haber destruido el espíritu de lo que significa ciudadanía activa, en un régimen democrático que tolera la construcción de un relato distinto a su ortodoxia.
Sin embargo, en medio de este escenario del todo adverso, el colectivo Yasunidos ha sido capaz de realizar una tarea titánica. Ha logrado despertar y sacar de la apatía a una sociedad atemorizada y silenciada, por medio de la recolección de firmas por el Yasuní.
El haber conseguido la movilización a escala nacional de los ecuatorianos alrededor de la preservación del Yasuní tiene un mérito gigantesco. Una sociedad que parecía dormida y anestesiada con porches y tiendas de Carolina Herrera ha decidido ir en dirección contraria a la trazada.
Lo que sucede con el CNE, de dudosa filiación política, es otro asunto. Será peor para el Gobierno si se bloquea de modo ilegítimo la consulta popular, pues conseguirá aún más adhesión a la causa de los Yasunidos. Además, creará muchas más ocasiones para la movilización social de este colectivo que tiene -por su reciente nacimiento- suficiente vigor y capacidad para resistir los embates del Gobierno.
Así configurado el escenario, el oficialismo enfrenta unas coyuntura compleja.
Una victoria no estaba para nada garantizada en el caso de que se hubiese preguntado al pueblo sobre la no extracción del ITT. Del mismo modo, bajo un escenario sin consulta, se abrirá un permanente foco de protesta ciudadana, que ya ha logrado un cierto nivel de organización y que para un Gobierno acostumbrado a gobernar sin incidente alguno, podría convertirse en su piedra en el zapato. Un Gobierno que todo lo controla, podría no saber cómo manejarlo.
Un Gobierno al que un pequeño David le molesta de forma constante, puede cometer errores políticos importantes. En un contexto post febrero 23, esto podría tener un impacto político singular.
De momento, la causa creada por los Yasunidos ha logrado canalizar buena parte del descontento ciudadano con las inconsistencias políticas del Régimen, y ha conseguido lo que muchos considerábamos como un imposible: que en medio de esta coyuntura aún favorable para el común de los ecuatorianos, estos se aglutinen para defender una causa medioambiental.