La estrategia política del Régimen parece basarse en soplar las cenizas del pasado, en avivar las lumbres para ejercer de forma absoluta y sin competidores el poder. Resucitar enemigos y fantasmas, exhumar cadáveres y hacer lo necesario para blindar el paraíso, edificado discurso a discurso, cadena a cadena, temor a temor. En términos de Freud (a quien Nabokov llamaba el Charlatán de Viena) hurgar en el subconsciente.
Así, en la práctica, aunque haya múltiples y desordenadas candidaturas y movimientos políticos de todos los colores y pelajes, todo el mundo sabe quién ganará las elecciones a principios del año entrante. Si detrás de tantos telones y apariencias de legalidad y justicia, una sola organización controla el acceso a la propaganda electoral (o a cualquier cosa que pudiera oler a electoral), una sola organización controla la logística del proceso y no hay rendición de dineros públicos, no hace falta ser un genio para conocer los resultados “desde ya”. Buena parte del entramado del poder se basa en la idea –falsa, por supuesto– de que los partidos políticos son malos por definición, salvo que se trate del partido de Estado. A modo de anécdota: en México, en los buenos tiempos del Parti-do Revolucionario Institucional (PRI), se repetía el dicho de que vivir fuera del PRI equivalía a vivir en el error. Es decir, la retorcida lógica de la polarización: ven conmigo y te doy un pedazo del pastel; si no estás conmigo, ya vas a ver. Con esto en mente, hay que ser intelectual orgánico para ser considerado intelectual, hay que escribir cosas que no desagraden al poder y, sobre todo, hay que mirar para otro lado cuando haya situaciones incómodas.
Del mismo modo, la estrategia de confrontación del Régimen, la estrategia de tener siempre a alguien en el ‘ring’, se vuelve de rechupete cuando se cuenta con la banca como ‘sparring’. ¿A quién le cae bien hacer fila en un banco? ¿Quién puede aceptar que los bancos cobren por prestar servicios? Uno de los ejes de la campaña, y el que el oficialismo explotará como veta, será la idea (falsificada esta vez también) de la lucha entre el bien (el oficialismo) y la banca (el mal). Creo que debemos esperar una campaña electoral muy al modo de una cruzada, o una guerra santa entre la justicia, la solidaridad y la patria y el lucro desmedido, la ambición y el abuso. Por supuesto que buena parte del aparato estatal se volcará a recordarnos –como si fuera necesario– el feriado bancario, los congelamientos y a los responsables. Habrá cadenas, películas, programas de radio y, de ser necesario, novelas y poemarios.
Como para hastiarse de la política y sus entornos. Como para no prender la televisión. Como para enterrar la cabeza en la arena.