Después de revisar la cripta del Hospital de San Andrés, de Lima, en 1937, informó el historiador peruano Riva-Agüero y Osma: “En una caja de madera […] hallamos una osamenta que corresponde a un individuo de breve talla […] Atendiendo a la contextura ósea y al estado de los rebordes alveolares de ambos maxilares, los tales restos corresponden a un anciano […] Por los documentos adjuntos al cadáver, se viene en conocimiento de ser ese esqueleto el de un obispo que, con sus vestiduras moradas, alba, guantes y el hilo sostenedor de su pectoral, fue llevado a la bóveda de dicha capilla…”. Se trataba, efectivamente, de los restos del obispo José de Cuero y Caicedo: criollo oriundo de Cali (1735), abogado de la Real Audiencia, profesor y rector de la Universidad de Quito y, desde 1801, obispo de Quito.
Asevera la historiadora alemana Christiana Borchart en su documentado estudio “El círculo quiteño de Humboldt y Bonpland” (en Humboldt y la Emancipación de Hispanoamérica. Quito, 2011) que, según una parte todavía no publicada del diario de viaje de Humboldt, Cuero y Caicedo comunicó al científico prusiano acerca de restos de culturas precolombinas que demostrarían el origen asiático de la población indoamericana.
Su actitud ante los eventos de 1809 a 1812 ha sido evaluada de diferente forma. No estuvo presente en la noche del 9 de agosto pero fue nombrado vicepresidente de la Primera Junta de Gobierno, cargo al que renunció el 7 de septiembre de 1809.
Después de la matanza del 2 de agosto de 1810 convocó a un cabildo abierto y escribió un informe sobre los sucesos de ese día. Dos meses después y tras la renuncia del conde Ruiz de Castilla, fue nombrado presidente de la Segunda Junta. Después de la derrota de los patriotas en San Antonio de Ibarra huyó a las montañas de la hacienda Chiltazón. Retornó a Quito, donde redactó un texto que justificaba su participación en la Segunda Junta pero, destituido del obispado, fue “llamado” (desterrado) a España; y embarcado en Guayaquil, en julio de 1815. De paso hacia España, vía Cabo de Hornos, arribó a Lima, donde murió meses después, a los 81 años, y fue sepultado en el Hospital de San Andrés.
El jueves 10 de diciembre, la Municipalidad Metropolitana de Lima, presidida por su Alcalde, y otras instituciones peruanas, bajo el patrocinio de la Embajada del Ecuador, llevarán a cabo una ceremonia de homenaje al Prelado y Prócer de la Independencia Hispanoamericana; y se expondrá una “Reseña histórica del Hospital de San Andrés y del obispo Cuero y Caicedo en el bicentenario de su muerte (1815-2015)”. En el olvidadizo Ecuador, país en tránsito a nación: un silencio elocuente.