No es posible predecir un escenario similar en Quito y Guayaquil para las próximas elecciones. En la capital, por la desidia y desunión opositora o no gobiernista, no se vislumbra ningún contrapeso que evite el triunfo del candidato oficial, reelecto o no; pues, en esta ciudad, el Burgomaestre será escogido por el poder antes de que por el pueblo que concurra a las urnas. Además, Tababela, ni el puente sobre El Chiche no votan.
En Guayaquil la situación es diferente, pues todo gira sobre la decisión del alcalde Nebot de aceptar un nuevo reto electoral o acogerse a la jubilación política. En ese cantón y sus distritos las ecuaciones políticas son más simples: si acepta postularse es imposible que un candidato oficialista logre la victoria, así cuente con toda la maquinaria propagandística oficial y la obsecuencia del organismo que controla el proceso electoral. Otra cosa es que, con la aplicación del método D’Hondt, la fragmentada población porteña decida que el Gobierno logre una importante cuota de concejales; por el contrario, si Nebot cuelga los botines, ningún candidato cívico o pelucón tendrá los arrestos y la fuerza para sustituirlo y derrotar al oficialismo que habrá conquistado la plaza de la República que le falta.
Es lamentable para las dos comunidades que los parámetros de la contienda privilegien los intereses políticos y concedan un escaso margen a la difícil vida ciudadana. Se ignora o no importa que las dos ciudades estén desbordadas por graves deficiencias municipales. El caos del tránsito es insoportable en Quito, con el agravante de que la fuerza pública solo observa las grandes congestiones, pues su misión es evitar el uso del celular al conducir, la instalación del cinturón de seguridad y, por supuesto, el exquisito control del “pico y placa”. El resto será de responsabilidad ciudadana, con el agravante de que a los ciclistas y conductores de moto ahora tienen acceso a las veredas peatonales.
Guayaquil, por su parte, sufre la muerte de la Comisión de Tránsito del Guayas y la intensa movilización ciudadana afecta a la imagen de una ciudad que fue regenerada para una mejor calidad de vida y oferta turística. En materia de seguridad ambas son víctimas de la desorientación policial que no supera los traumas de aquel fatídico día de septiembre de años atrás y cuyas labores pueden ser afectadas por la delación y la represión judicial, a la que se agrega una nueva “Comisión de la verdad”.
En este entorno, quiteños y guayaquileños concurrirán a las urnas. Es imposible que en Quito, como flor silvestre, surja un Capriles andino, que en los nos venezolanos no fue invento de la noche a la mañana. En Guayaquil la lucha también será tenaz. Por eso Guillermo Lasso se recupera de la lesión y proclama a Nebot alcalde, en una afirmación muy similar a la de “ya tenemos Presidente” de las pasadas elecciones.