La barbarie del Estado Islámico

Cuando Miguel Ángel imaginó El Juicio Final en la Capilla Sixtina, o mejor aún Rafael esbozó su Escuela de Atenas, lo hicieron bajo el brazo de una Iglesia Católica que concebía al arte como una expresión más de su poderío.

Pero si con una mano la religión favoreció el desarrollo del arte, con la otra provocó destrucción. Promovida por la reforma protestante, la ruina de obras de arte consideradas idólatras se extendió por Europa y despojó a la humanidad de considerable parte de su historia creativa.

Que nuestra especie maduró más allá de los fuegos que asolaron la Biblioteca de Alejandría es una ilusión. Hace días, el Estado Islámico arrasó la biblioteca central de Mosul y los museos arqueológicos, convirtiendo en cenizas y polvo decenas de miles de libros y esculturas milenarias.

Esta banda de criminales religiosos, que parecen transportados desde un pasado oscuro donde la religión obnubilaba al raciocinio, se obstina en demostrarnos el poder de la fe para convertir al hombre en un monstruo y así regresar a la Edad Media.

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