Si se revisa el mapa latinoamericano es posible observar que, pese a los profundos cambios experimentados en el orden global durante las dos últimas décadas, estos territorios aún constituyen un vasto escenario donde la disputa ideológica, propia de la época de la Guerra Fría, aún se halla presente con inusitada vehemencia. En los diferentes países se suceden hechos políticos que ponen en evidencia que aquellas ideas que predominaron allá por los años sesenta, cuando aún era un referente el bloque socialista que luego colapsó, están presentes y muchos de los actores políticos que estuvieron vinculados a movimientos insurgentes que querían arrasar con lo que denominaban la democracia burguesa, de la que siempre renegaron, con los tiempos se han encumbrado en la dirección política de sus Estados. Esto ha conllevado, en la mayoría de los casos, a que tesis ineficaces para lograr adelantos sustantivos en las condiciones de vida de los pueblos, aún tengan vigencia y sean acogidas por segmentos importantes de la población que, por sus precarias condiciones, no avizoran que los que reclaman que se los considere el pensamiento de vanguardia, son en realidad lo más conservadores y añejos que se puede apreciar en el espectro político.
Desde sus ideas políticas en las cuales prevalece un ansia de continuidad propia de los regímenes totalitarios de cualquier cuño que se mire, hasta el pretendido control estricto de las sociedades a las cuales se les bombardea con publicidad oficial, en las que se pretende construir la percepción que todo debe estar bajo la égida de los estados, nada por fuera de ellos, parecido el slogan estalinista de una revolución caduca que consiguió empobrecer hasta el tuétano a los habitantes de una isla.
Pero no hay la debida pausa para percatarse que el Estado son ellos, gente de carne y hueso que haciéndose del control político han dominado las instituciones e imponen un férreo control al resto de la población, para que nadie pueda salirse de su férula hegemónica. Y allí, donde todavía no han logrado tomar el poder batallan con el apoyo de sus “gobiernos amigos”, con la pretensión de sumar adeptos e ingenuos que les den la opción de perpetuarse en el manejo de la cosa pública, a sus anchas.
Es una confrontación de baja intensidad, pero que puede tener resultados tan desastrosos como los conflictos abiertos que hunden a los pueblos en la miseria. Con las administraciones de estos regímenes, si son gobierno, o con la oposición vehemente que realizan a los gobiernos que no pertenecen a su línea, consiguen retardar la marcha de sus países condenando a grandes mayorías a que se mantengan únicamente en condiciones de supervivencia. Paradójicamente, es en estos sectores donde encuentran mayor apoyo a sus tesis apreciándose que las víctimas son los que ensalzan a los que los mantienen en una existencia carente de oportunidades, sin norte de ninguna clase, buscando en las actividades ilícitas la vía rápida para huir de la miseria.
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