Por una de esas macabras ironías que se dan en estas repúblicas fallidas, Jean-Claude ha sido aclamado por pobres, miserables, desesperadas multitudes.
Alguien, algún país complaciente, algún abogado poderoso, un compatriota zalamero con influencia en el alto gobierno, debió de haberle aconsejado a Jean-Claude Duvalier que regresara a Haití después de 25 años de exilio dorado en Francia. De otra manera no se explica que haya llegado a Puerto Príncipe con pasaje de regreso para el 20 de enero.
Ni siquiera era prófugo de lujo, pese a haberse fugado con un séquito y una fortuna que muchos (como el ex presidente Aristide) calcularon en 500 millones de dólares. Digamos que fueron apenas 100. Un prófugo no se expone a ser detenido, acusado y juzgado si no hay garantías de inmunidad.
El mozalbete de 19 años que su padre, mezcla de médico y brujo, de déspota tropical y mesías, subió al trono de esa trágica república antillana, gobernó de 1971 a 1986 con métodos heredados.
Para eso se había constituido un estado policivo y un cuerpo de élite especializado en el crimen y la tortura: los tonton macoutes, adiestrados en reprimir toda oposición o disgusto ciudadano.
El patético ‘Baby Doc’, ahora de 59 años, llegó acompañado de su nueva mujer, Veronique Roy. ¡Había que verla con el ‘look’ de una starlette de vacaciones en la Costa Azul, donde su marido vivió años de despilfarro y esplendor! Volvía a probar suerte en el terreno blando donde se mueve ahora el presidente René Préval, a un año de la catástrofe que dejó más de 300 000 muertos y millones de damnificados.
Era previsible que alguna autoridad (la Fiscalía) lo acusara de algo. De corrupción y malversación de fondos públicos, por ejemplo, lo retuvieran por unas horas y que lo dejaran en libertad provisional, para ponerlo luego ‘en manos de los jueces’.
No tiene ningún expediente abierto por otros delitos, por crímenes de Estado o de lesa humanidad, que no prescriben. Tampoco lo buscaban los tribunales internacionales.
Por una de esas macabras ironías que se dan en estas repúblicas fallidas, en países que fueron modelados desde las grandes potencias de Occidente para vivir de la peor manera en dictadura que ‘en democracia’, Jean-Claude ha sido aclamado por multitudes: pobres, miserables, desesperadas multitudes. Se han vuelto a ver en las calles retratos de ‘Papá Doc’, se han escuchado gritos que piden sacar del gobierno a René Préval.
Las preguntas que ha provocado este regreso no comprometen solo al Gobierno y a la justicia haitianos. Comprometen a la comunidad internacional. A EE.UU. y Francia, en primer lugar.