He leído con mucho interés, aunque sin sorpresa, las declaraciones del economista Diego Borja, importante funcionario del Gobierno del Presidente Correa, que levantan críticas muy ácidas a la “revolución ciudadana”. Si bien la entrevista viene cargada de un meditado cálculo para que lo echen de su cargo y pueda sostener luego que salió del gobierno por decir las verdades, existe algo de valentía al elevar la voz en medio del humillante silencio al que están condenados los militantes de AP y sus ad láteres.
Las expresiones y juicios de valor que formula Borja son lapidarios: “Revolución incierta, intolerancia, concentración de poder, manejo alegre de las cuentas públicas”. Sin ambages, Borja califica al presidente Correa de “gran elector” y una “voz altisonante”, que impide la creación de estructuras y la formación de un partido político “democrático, pluralista e incluyente”. Habla de los riesgos de que la “revolución ciudadana” se convierta en el PRI mexicano, es decir, en un partido dictatorial y corrupto. Y para rematar, denuncia el intento de entregar el manejo del dinero virtual (transacciones vía celular) a los oligopolios bancarios y de telefonía celular. Nada extraño, finalmente, si se considera que este Gobierno ha favorecido a los grandes grupos económicos, más ricos y rentistas que nunca, y ha triturado a la clase media.
La coalición de la izquierda ecuatoriana que instrumentó la Asamblea Constituyente y triunfó en el referéndum se ha ido desmoronando lentamente. Por convicción o interés, los partidos y movimientos que construyeron el actual modelo constitucional y político se han ido distanciando del Gobierno. La ID, el MPD, la RED, Pachakutik y algunos francotiradores de izquierda como G. Larrea y A. Acosta se han alejado del Gobierno y han pasado a la oposición. El denso y colorido follaje que cubría la “revolución” en el 2007 ha desaparecido; queda al descubierto el núcleo duro de la “revolución ciudadana”, un grupo de amigos, agnados y cognados, que manejan el poder por el poder y distribuyen la riqueza petrolera más grande de nuestra historia entre clientelas políticas y grandes grupos económicos.
Los señalamientos de Borja han causado una avalancha de comentarios en las redes sociales, unos sombríos y otros cargados de mucho humor. La aseveración del funcionario de que los ‘forajidos’ que movilizaron a las FF.AA. para tumbar a Gutiérrez son los precursores mundiales de los ‘indignados’ de España y de los ‘okupas’ de Wall Street ha desatado toda clase de bromas e ironías entre los cibernautas. Asignar semejante rango histórico a un grupo como el de los forajidos resulta, por decir lo menos, extravagante. En todo caso, no ha venido mal algo de hilaridad en medio de las truculentas predicciones que hace el funcionario (o ex funcionario para cuando esta nota toque imprenta).